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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Inventarse el mundo con palabras

07 de octubre de 2016 - 00:00

Sorprende la liviandad del macrismo, en Argentina, para ficcionar la realidad a su antojo. Aumenta en 4 millones los pobres del país, y habla de “Hambre cero”. Hay cerca de 200.000 nuevos desocupados, y “estamos produciendo empleo”. Duplican la inflación del Gobierno anterior, pero “estamos superando la inflación”. Han bajado alrededor del 10% el poder adquisitivo del salario (un verdadero récord para menos de 10 meses de Gobierno) mientras proponen “empleos de calidad” para los argentinos.

Parece que algún conocido asesor les dice que basta con afirmar algo, para que ello exista. Se trata de “hacer cosas con palabras”, como dijera Austin. En tanto “los límites de mi lenguaje son los de mi mundo” (Wittgenstein), parece creerse que al mundo se lo inventa con el lenguaje. Es cierto lo de Austin: cuando prometo, cuando inauguro, cuando hago un juramento, el acto verbal mismo es el acto como tal; la palabra “prometo” no remite a un referente, es ella misma una acción.

Pero no es así con lo constatativo: allí funcionan las coordenadas de lo verdadero y lo falso. No puedo inventar que llueve, si hay pleno sol. No puedo decir que el país mejora su producción, si la empeora. No puedo afirmar que somos más independientes, cuando instalamos de nuevo en casa al FMI.

Macri igual lo hace. Inventó la “noticia” de un viaje en bus, para parecer popular: solo que la filmación era artificial, un armado publicitario grotesco. Lo mismo vale para sus ruidosos “timbreos”, pretendidamente espontáneos en el ir a tocar timbre a vecinos -donde, si eso fuera real, habría más de un portazo-. Incluso llegó a pedir un baño en Mendoza para dar un toque humano a su presencia; se supo que la dueña de casa había sido avisada con antelación.

Esa es la premisa: “si yo lo digo, lo transformo en verdad, aunque no lo sea”. Para eso se cuenta con la complicidad de todos los medios de comunicación/colonización hegemónicos de la Argentina, y no solo de allí.

En esa tesitura, se ha desprestigiado absolutamente al Gobierno anterior. Si bien la administración macrista tiene que mantener varias de sus políticas (el canal de TV Encuentro, la ciudad científica Tecnópolis, el programa de créditos Ahora 12, el programa de Precios Cuidados, la Asignación por Hijo como gran plan social), se declara a gritos que todo lo anterior fue execrable. Y se ha satanizado minuciosamente la figura de la expresidenta Fernández de Kirchner, para lo cual se ha contado con el apoyo de algunos jueces y fiscales (entre los cuales figuran varios exfuncionarios del desastroso gobierno de Menem).

Por ello, la condecoración ofrecida por la Asamblea Nacional del Ecuador a la expresidenta, cayó muy mal al Gobierno macrista. Si ellos dicen que la Sra. es poco menos que una delincuente, es un baldón que se la reconozca como estadista destacada y líder política de alcance regional. Así se echa abajo el discurso que se ha logrado imponer, se pone en duda tan trabajado andamiaje discursivo.

Esto explica lo incomprensible: un diplomático extranjero que pretendió indicarle al Gobierno ecuatoriano qué es lo que tiene que hacer, como si dicho Gobierno careciera de mecanismos propios de información y de toma de decisiones, plenamente independientes de aquellos que puede manejar a su antojo el actual Gobierno argentino.

Es que, por más que a algunos pese, quedó demostrado: no todo se puede hacer con palabras. La realidad plantea sus restricciones y límites a los inventos y arbitrariedades verbales. (O)

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