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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Imaginaciones exacerbadas

14 de septiembre de 2016 - 00:00

Está demostrado hasta la saciedad que la gente habla por hablar. Y no es ese el problema más grande. El problema más grande es que otros, que de seguro también hablan por hablar, les creen.

Actualmente, además, con las redes sociales, los rumores ya no corren: vuelan. O podríamos decirlo de un modo peor: ya no vuelan, se teletransportan. Se afirman cosas absurdas con la sola finalidad de hacer daño y nadie retrocede de lo que ha dicho, aunque se compruebe fehacientemente que no era verdad.

Un ejemplo: la nada bienintencionada afirmación de una conocida periodista de que, al ser retenida en el aeropuerto de Caracas, afirma haberse sentido “como si estuviera en el Chile de Pinochet”. Si se hace un análisis de esta sola frase, pasando por alto la evidente tendenciosidad que se oculta detrás de las palabras, en seguida se puede deducir un par de cosas: la primera, obvia, esta persona jamás estuvo en el Chile de Pinochet; de otra forma, no diría lo que dijo, así, tan suelta de huesos. Pues, además, si hubiera estado en el Chile de Pinochet lo más seguro es que no hubiera llegado a decir nada y hasta ahora la estuvieran buscando sus familiares si se hubiera permitido abrir la boca para expresar un mínimo de descontento.

Pero, aunque de seguro ella sabe (y no le importa) la ignorancia que puede traslucir su afirmación, también se juega una carta importante: la victimización. Porque ante la necesidad de defender alguna teoría, lo mejor que puede hacer es victimizarse, aunque la hipérbole sea desatinada y burda.

Ocurre lo mismo con la supuesta ‘tiranía’ de Rafael Correa. Con la tendencia de algunas personas a llamarlo ‘dictador’ y a predecir (desde el año 2007) que vamos rumbo a terminar como Cuba o Venezuela. ¿No creen que, de ser el caso, esto último ya habría sucedido? Han pasado diez años para que las cosas se den y no se ha visto… Pero rumores hay para todos los gustos: la venta de Galápagos a China es uno de ellos, como antes se habló de los contenedores con la nueva moneda y la inefable predicción de que nos iban ‘a quitar los guaguas’. Seguimos esperando… ¿no? Atados al dólar, con Galápagos como parte de nuestro mapa político, y viviendo con los guaguas de aquel entonces ya adultos.

Ahora, en tiempos de campaña electoral, es todavía peor, porque la cantidad de bulos que se sueltan sin la menor comprobación alcanzan las cotas de la psicopatía. ¿Qué es, si no, insinuar que la caravana presidencial ha atropellado a alguien sin detenerse por lo menos a ver de qué se trataba?

No los va a detener la discreción, peor la ética, y ni se diga el temor al ridículo que en mucho han venido haciendo desde hace rato. Pero sí habría algo que tal vez pondría freno a su estulticia y a su maldad, solo que ese largo está en proceso de construcción y es uno de los grandes descuidos de esta Revolución: el pensamiento crítico y el discernimiento de la población. (O)

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