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Fander Falconí

Grandes esperanzas, pese a pequeñas taras

15 de febrero de 2017 - 00:00

La campaña electoral de Ecuador, pese a las demostraciones de un pueblo que tiene grandes esperanzas, nos deja un sabor amargo porque recuerda un pasado que creíamos superado. Las agresiones verbales con falsificaciones de la realidad que creíamos superadas vuelven a presentarse.

Esta vez no aparecen tanto en la prensa autocalificada de independiente ni en las paredes de las grandes ciudades. Ahora asoman en las redes sociales, con características sórdidas y abusando de la libertad de expresión, que los mismos abusadores aseguran que no existe en el país. Pero este momento, a las puertas del acto democrático, se han rebasado los límites: la agresión física alcanza a las familias de los candidatos, al más puro estilo de la mafia de las películas de Hollywood.

Las taras de un ignominioso pasado deben sepultarse para siempre. Después de las elecciones, deben darse sanciones o, de lo contrario, la violencia se convertirá en costumbre de campañas posteriores. Porque un acto democrático tan esencial en una república, como son las elecciones, no puede convertirse en una pelea callejera ni en un intercambio de insultos.

Por otro lado, las redes sociales (ni la prensa ni los rumores) no reflejan la realidad en forma objetiva. Y eso crea incertidumbre, en parte por la manipulación de sectores interesados en sembrar el caos, pero también por la nueva configuración de la comunicación social. A diferencia de lo que ocurría hace 10 años, ahora es difícil que todos hayan visto la misma noticia en el mismo canal de televisión.

Las urnas son la esencia de la democracia y en ellas no solo definimos nombres ni figuras. El 19 de febrero vamos a debatir el futuro de nuestras familias y de todo Ecuador. El pueblo ecuatoriano exige más solidaridad, más inversiones sociales, en particular en educación y salud, materializadas en mejor nivel de vida para todos, un modelo de sociedad y de producción más justo, con oportunidades reales. Exige un compromiso sólido con la paz y el bienestar.

El sufragio será la prueba de fuego de las promesas. Las falsas se quemarán y las verdaderas se forjarán como el acero. En el pasado, hubo falsas promesas que pasaron blindadas la prueba, mediante engaños. Hoy parece que el pueblo ya no se traga (usando la expresión de los abuelos) ‘piedras de molino’.

Ecuatorianas y ecuatorianos, sin embargo, han demostrado en los últimos años una cultura democrática diferente, que ya no admite los engaños de última hora. Grandes esperanzas se observan en las calles, en la realidad cotidiana que se ve en vivo y en directo, cuando uno sale a los espacios urbanos y rurales, sin los filtros sesgados de ciertas formas de comunicación que se manifiestan en periódicos, televisión y redes sociales. El futuro, la verdadera transformación, está a pocas horas. (O)

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