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Roberto Follari (*)

Gobierno de los ricos

17 de marzo de 2017 - 00:00

Los gobiernos de ricos trabajan solo para los ricos. Gobiernos de grandes empresarios sirven a los grandes empresarios. Muy bien se ve con Macri en la Argentina: el país es hoy una serie indeterminada y permanente de protestas sociales, a las que el Gobierno no sabe otra cosa que apostrofar de ‘peronistas’, sin advertir que la situación social a que ha llevado el Gobierno es de una gravedad inusitada (tarifazos, inflación, enorme recesión por apertura indiscriminada de las importaciones, desempleo creciente, sueldos a la baja, cierre sistemático de empresas).

Un gobierno de ricos solo sabe ir contra los que avisan del hambre; no se interesa por resolver el problema del hambre. Ello, a pesar de que el macrismo vive hablando de que pretende llegar a un imaginario ‘hambre cero’, mientras encuestas de la conservadora Universidad Católica Argentina señalan que este gobierno ha aumentado los pobres en 1’500.000, y los indigentes en nada menos que 600.000, todo en solamente menos de quince meses. Y a pesar de la retórica interminable sobre los supuestos males del Gobierno anterior, este -en cambio- había bajado la pobreza desde 53% a 27%, y la desocupación desde el 23% a poco más del 7%. Es decir: un gobierno de orden popular baja la pobreza y el desempleo, uno de empresarios sube rápidamente ambos índices.

La deuda externa, que el Gobierno anterior había logrado reducir a la mitad del PBI con una extraordinaria negociación multinacional, ha crecido en un solo año más de lo que creció durante los 7 años interminables de la dictadura militar. Y el gasto fiscal es mayor que el del Gobierno anterior, a pesar de la retórica antiestatal: es que se echó a miles de trabajadores por sus posiciones políticas (acusándolos de ‘ñoquis’, es decir, de que no trabajaban), para llenar sobradamente sus cargos con partidarios del actual Gobierno.

Y ni hablar de los negociados, de las empresas offshore incontrolables por parte del presidente y su familia, de las relaciones con la corrupción de Odebrecht, de los arreglos con empresas ligadas al presidente o a su entorno en áreas diversas como aerolíneas o el correo. No es raro: en un gobierno de empresarios y financistas, los que gobiernan están a la vez de los dos lados del mostrador: son los que contratan a los privados, y a la vez son los privados contratados. Negocio redondo.

Muchos argentinos fueron convencidos por los medios masivos, antes de la elección presidencial, de que estaban en mala situación, y que mejorarían con el Gobierno actual. Pero la vertical caída de la imagen presidencial al día de hoy -según todas las encuestas- muestra cómo hay ahora millones de arrepentidos: fue fácil no valorar lo que se tenía antes, o creer que políticas sociales se mantendrían automáticamente. Pero cuando ya no todos los medicamentos se dan a los jubilados gratuitamente, o hay que pagar la electricidad y el gas hasta un 800% más caro que antes, o las negociaciones salariales se cierran por decreto y sin acuerdos, se aprende que dejarse gobernar por los ricos trae enormes consecuencias indeseadas. (O)

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