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Rafael Correa, Presidente de la República del Ecuador

Fidel: seguiremos jugando a lo perdido

04 de diciembre de 2016 - 00:00

Fidel ha muerto. Murió invicto, solo el inexorable paso de los años pudo derrotarlo. Murió el mismo día en que 60 años antes con 82 patriotas partió de México para hacer historia. Murió haciendo honor a su nombre: Fidel, “digno de fe”. La fe que puso en él su pueblo y toda la Patria Grande, fe que nunca fue ni siquiera decepcionada, peor aún traicionada.

Los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos. Fidel seguirá viviendo en los rostros de los niños que van a la escuela, de los enfermos que salvan sus vidas, de los obreros dueños del fruto de su trabajo. Su lucha continúa en el esfuerzo de cada joven idealista empeñado en cambiar el mundo.

En el continente más desigual del planeta, nos dejaste el único país con cero desnutrición infantil, con la esperanza de vida más alta, con una escolarización del cien por ciento, sin ningún niño viviendo en la calle.

Evaluar el éxito o fracaso del modelo económico cubano haciendo abstracción de un bloqueo criminal de más de 50 años, es pura hipocresía. Cualquier país capitalista de América Latina colapsaría a los pocos meses de un bloqueo similar. Probablemente por tu formación jesuita, entendiste muy bien, como decía San Ignacio de Loyola, que en una fortaleza sitiada, cualquier disidencia es traición.

Para evaluar su sistema político, hay que entender que Cuba ha vivido una guerra permanente. Desde el inicio de la Revolución existe una Cuba del Norte, allá en Miami, acechando permanentemente a la Cuba del Sur, la libre, la digna, la soberana, en la tierra madre, no en tierras extrañas. No han invadido Cuba porque saben que no lograrán vencer a todo un pueblo.

Aquí, en esta isla maravillosa, se han construido murallas, pero no de las que construyen los imperios, sino murallas de dignidad, respeto y solidaridad.

Cuba saldrá adelante por sus principios revolucionarios, por su extraordinario talento humano, pero también porque la resistencia está integrada en su cultura, y con el ejemplo de Fidel jamás el pueblo cubano permitirá que su país vuelva a ser colonia de ningún imperio.

No hay ser humano ni acción trascendente que no tenga detractores, y Fidel y su revolución trascendieron en el espacio y trascenderán en el tiempo.

Contigo se cumple lo que nuestro Viejo Luchador, el General Eloy Alfaro, amigo de José Martí solía decir: “Si en lugar de afrontar el peligro hubiera yo cometido la vileza de pasarme al enemigo, habríamos tenido paz, mucha paz, la paz del coloniaje”.

Cuba fue solidaria con la Revolución liberal alfarista de fines del siglo XIX y ha sido solidaria con nuestra Revolución ciudadana del siglo XXI.

La mayoría te amó con pasión, una minoría te odió, pero nadie pudo ignorarte.

Algunos luchadores en su vejez son aceptados hasta por sus más recalcitrantes detractores, porque dejan de ser ‘peligrosos’, pero tú ni siquiera tuviste esa tregua, porque hasta el final tu palabra clara y tu mente lúcida no dejaron “principio sin defender, verdad sin decir, crimen sin denunciar”.

Bertold Brecht decía que solo los hombres que luchan toda la vida son imprescindibles. Conocí a Fidel y sé que jamás buscó ser imprescindible, pero sí que luchó toda la vida.

Nació, vivió y murió con la necedad de lo que hoy resulta necio, la necedad de asumir al enemigo, la necedad de vivir sin tener precio. Nosotros seguiremos jugando a lo perdido, y tú seguirás vibrando en la montaña, con un rubí, cinco franjas y una estrella.

Nuevas tormentas enfrenta nuestra América, quizá más fuertes que aquellas que desafiaste durante 70 años de lucha, primero como estudiante y en el Moncada, luego como guerrillero en la Sierra Maestra y, finalmente, al frente de una Revolución triunfante. Hoy, más unidos que nunca, pueblos de nuestra América.

Querido Fidel: tu honda convicción martiana te llevó a estar siempre no del lado en que se vive mejor, sino del lado en que está el deber.

“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos con nuestro propio esfuerzo; es desafiar poderosas fuerzas dominantes; es defender los valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas...”.

Contigo, comandante Fidel, con Camilo Cienfuegos, con el Che, con Hugo Chávez, aprendimos a creer en el hombre nuevo latinoamericano, capaz de librar con organización y conciencia la lucha permanente de las ideas liberadoras para construir un mundo de justicia y paz.

Por estas ideas seguiremos luchando. ¡Lo juramos! Un abrazo solidario a Dalia, Raúl, a tus hijos.

¡Hasta la victoria siempre, Comandante!

*Discurso pronunciado en La Habana el pasado 29 de noviembre.

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