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El Telégrafo
Alfredo Vera

Fidel, eterno conductor de pueblos

28 de noviembre de 2017 - 00:00

La vida, que suele dar compensaciones, me otorgó la oportunidad de conocer personalmente al comandante Fidel, departir en varias oportunidades y sacar el provecho que los buenos maestros legan a los aprendices.

Mi conocimiento de su figura se remonta a las noticias internacionales de su asalto al cuartel Moncada. Más tarde, la gesta heroica del desembarco del Granma y muchos de los episodios de la Sierra Maestra, todo esto suministrado por las revistas Bohemia y Carteles que devorábamos con un grupo de congéneres que compartíamos con avidez.

Conocí a la distancia su figura y locuacidad, cuando, de paso por Guayaquil, compartió un almuerzo, con unas 150 personas en el aeropuerto donde su avión hizo una  escala técnica y fuera invitado por el presidente Velasco Ibarra.

Después fuimos recibidos en La Habana un grupo de dirigentes del Movimiento URJE (Unión Revolucionaria de Juventudes Ecuatorianas).

Luego, tuvimos varios contactos cuando visitó Quito por las transmisiones de mando de los presidentes Rodrigo Borja y Lucio Gutiérrez.

Y, con mayor profundidad, con motivo de los sucesivos encuentros con Oswaldo Guayasamín (mi padre político) y, finalmente, en la inauguración de La Capilla del Hombre, en Quito, único viaje privado al exterior que hiciera en su fecunda vida.

Suelo decir que me gradué de hombre de izquierda  revolucionaria, por todos esos contactos, con la lectura de sus libros y por escuchar en Radio Habana sus pedagógicos discursos.

Comparto el criterio de muchos, de que es el ser humano más completo que haya parido la tierra: su entrega a la lucha por la justicia social, de sacrificar todo por libertar a los pueblos; mantener una incorruptible honestidad en la conducción de un régimen; compartir sin condiciones lo que hace falta a los otros y no lo que les sobra a ellos; arriesgar hasta la temeridad su propia vida por ayudar a los demás; penetrar en la esencia de los problemas humanos para desentrañar su naturaleza y tratar de encontrarles las soluciones.

La persona más sencilla, noble y completa de la que tengamos conocimiento. (O)

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