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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

¿Es la democracia incoherente e ilusa?

16 de marzo de 2017 - 00:00

Recorro el país observando cómo se realiza la campaña electoral y veo que la oposición abandonó la muy poca ideología que le quedaba (si es que acaso tenía alguna) por apoyar a un caudillismo anticorreísta; lo que me lleva a pensar en la democracia.

Filosóficamente hablando, la democracia es un medio, no un objetivo. Y siendo usada como una herramienta de gobierno, ha sido agresiva y equivocadamente posicionada como un objetivo institucional. Desafortunadamente la democracia está en problemas en todo el mundo. Ya no se la mira capaz de cuidar y de entregar justicia social.

Parecería que ya no puede oponerse y peor detener a los monopolios, lo cual la vuelve incapaz de combatir la desigualdad. Y esto sucede, pues, paradójicamente, uno de los fundamentos clave de la democracia es la jerarquía del poder, para que esta funcione apropiadamente, pero que lastimosamente se ha perdido. Y esto genera que no haya una jerarquía de principios y valores que la sociedad tiene que perseguir. Que no haya una jerarquía de metas que el pueblo quiere alcanzar. Y que puedan confundir a la gente precisamente por esta ‘anarquía’ creada por los intereses económicos.

Desde el punto de vista de la izquierda, la democracia existe especialmente para el bien y la protección de las mayorías y, por supuesto, está presionando universalmente de abajo hacia arriba, pues no ha sido generosamente concedida por los poderosos, sino ganada a fuerza de organización y lucha, de generar conflicto, y por esto la gente ha sido perseguida y torturada. Pero el problema es que está corrupta, y no por la concentración del poder en muy pocas manos, que contrae a la democracia, sino porque los gobiernos han abdicado su poder en aras del mercado, propiciando la creación de grandes corporaciones que están definiendo el destino de nuestra sociedad. Y ciertos elementos de este problema los sentimos en nuestra democracia.

La prensa libre, por ejemplo, que en esencia no está controlada por el Estado, sino manejada por grandes grupos de poder que controlan los medios y tienen inmensa y exitosa influencia política. Los poderosos y movimientos que gastan tremendas cantidades de dinero y que están financiados por exitosos banqueros. Esto nos lleva al subyugante rol de los cabilderos que defienden los intereses de las grandes corporaciones y banqueros detrás de las cortinas, usando sofisticados procesos de persuasión y corrupción, independientemente de cuál y de qué tipo sea el gobierno. Sin embargo, nuestra democracia es preciosa, y si tratamos de disminuirla, los únicos que se beneficiarán son precisamente aquellos círculos de poder a los que no les interesa la democracia.

Desde la mirada política, se ha dicho que “la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras”. Y es que si realmente nos interesa la democracia y la habilidad de nuestra gente de controlar nuestro destino, ella nos da la oportunidad de hacerlo; pero nosotros tenemos que hacer oír nuestra opinión el próximo 2 de abril: o mantenemos el continuo cambio y transformación de Ecuador con nuestra Revolución Ciudadana o retrocedemos a la época de los feriados bancarios y de los golpes de Estado.

¿Qué pasa entonces con la democracia? Parecería que no podemos alcanzar la justicia social, pues la democracia está decayendo. O simplemente resignarnos a aceptar que la democracia está en crisis, pero es lo mejor de que disponemos. La asunción es que la  naturaleza y el valor de la democracia son garantizar la libertad personal y política y el bienestar del pueblo. Y ese es realmente su objetivo. ¿Sería entonces  nuestra democracia incoherente e ilusa? ¡No! Pero sigue siendo algo que idealmente tenemos que conseguir. (O)

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