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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Erradicar la pobreza extrema

24 de julio de 2017 - 00:00

Ecuador tiene un imperativo social: erradicar la pobreza extrema. Nadie en su sano juicio podría estar en contra de este objetivo nacional, sin embargo, esta demanda histórica implica otro nivel de transformaciones económicas, políticas y culturales. Pero la mayor transformación será en las relaciones de poder. Bien se sabe que para lograr un Ecuador sin extrema pobreza se requiere profundizar la justicia social, la equidad de oportunidades, pero sobre todo lograr mayores niveles de redistribución de la riqueza. Y ahí es donde un proyecto político, un gobierno puede o bien dar un salto histórico o bien sucumbir a las coyunturas políticas. La pobreza extrema es un mal endémico en el mundo. Según las Naciones Unidas son más de 836 millones de personas las que viven en esta condición. Para combatirla se requieren medidas a todo nivel, no solo generar más empleo, mejorar la producción y la productividad o diversificar la economía, sino que se requiere una mejor democracia ciudadana que signifique atención integral sostenible desde los primeros años de gestación y a lo largo de toda la vida. Pero hay que decir que el mayor obstáculo a superar este mal mundial radica en el modelo de desarrollo y subdesarrollo impuesto en el mundo. Incluso los defensores de un capitalismo con rostro humano comprenden que a medida que se ahonda la separación entre economía y política, las posibilidades de control de las finanzas del mundo se hacen casi imposibles. Los mercados financieros ejercen una dictadura global, demostrando cuán frágiles pueden ser los Estados, las sociedades, los organismos internacionales a la hora de enfrentar las consecuencias de las crisis financieras regionales y mundiales. Si por un lado aspiramos a erradicar la pobreza extrema por el otro nos encontramos frente al dilema de insertarnos más y mejor en y con el mundo pero este mundo no es homogéneo, ni santo, sino un gran escenario de conflictos por la posesión de la riqueza mundial. Y en ese contexto el Ecuador, sus anhelos y esperanzas pueden quedar frustrados, si la coyuntura sigue marcada por la agenda mediática amarillista de la política en redes sociales y los medios tradicionales. Combatir la pobreza extrema debe superar las visiones del encapsulamiento del poder político. Si son justos o no esos debates, si son justas o no esas polémicas las veremos en medida de que miles de ecuatorianos dejen de ser extremadamente pobres. La democracia no comienza ni termina con los diálogos. La mayor efectividad se verá cuando los grupos de poder económico, político y sociales dejen de accionar por agendas particulares y tengan la sensibilidad histórica o por lo menos la decencia de dejar de vivir a costa de los pobres. Unos se enriquecen económicamente a costa de ellos, otros se enriquecen políticamente a costa de ellos e incluso hay grupos que defienden la lucha social, popular, étnica, pero sabiendo que de no existir esos pobres, tampoco existirían ellos. La extrema pobreza como la pobreza, al principio y al final, implica que las personas no tienen control de sí mismas, que otros las controlan y esto lastima la democracia, limita el bien común y lo público solo queda en un mero espectro. Disciplinadamente debemos asumir los objetivos nacionales y terminar de aceptar los resultados electorales del 2 de abril de 2017. 

 

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