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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Entre el retrato y el relato

28 de octubre de 2016 - 00:00

“Los que no recuerdan el pasado, están condenados a volverlo a vivir” (Santayana). La evocación, empecinada, del antes reciente, de la historia electoral de Ecuador, con todas sus gamas de perversiones e injusticias que brotaron de su ejercicio vil, está presente de nuevo. Y es que ahora la campaña comicial para las votaciones del próximo febrero, en que se elegirán presidente y vicepresidente de la nación y a los legisladores a la Asamblea Nacional, nos retrotrae a aquellas conmociones nada eventuales y pactos contra natura, de quienes siglo atrás dominaron la escena política del país y que la insurgencia ciudadana, encabezada por Rafael Correa, batió en una década de progreso para la república. Los paréntesis revolucionarios civilizatorios de Alfaro y la acción de pocos líderes que en la centuria anterior intentaron formas de cambio a la caduca estructura colonial solo fueron el estallido del relámpago frente a la oscuridad total que generaron mandos de la partidocracia, hija sacrílega del poder oligárquico nacional y la imposición imperial.

Ahora los campos para la lid eleccionaria están prácticamente trazados, con la derecha económica y política, aparentemente dividida, por lo que es válido recordarles a todos y especialmente a aquellos que en las filas de Alianza PAIS consideran que el triunfo del binomio Moreno-Glas está asegurado, que hay que integrarse a la campaña para realmente consolidarlo. Las palabras del presidente Correa, surgidas de su experiencia en las jornadas de sufragios de diez años: “Trabajar como si no tuviéramos un solo voto”, es lo sustancial. Y es que después del gobierno progresista y patriota presidido por él, que recuperó la soberanía territorial y el orgullo de ser ecuatoriano, cambió la institucionalidad viciosa que existía, y edificó infraestructura para salir del subdesarrollo con energía, educación, salud, seguridad y justicia. Es necesidad sentida construir la fuerza vital para vencer y posibilitar que la luz de la Revolución Ciudadana continúe. El avance del pueblo ecuatoriano, confirmado en el valor sustancial de no olvidar esa patria que hace menos de dos décadas yacía sumida en el mayor de los desasosiegos por el dolor y la impotencia de ver partir a millones de connacionales a tierras inhóspitas, obligados por la crisis financiera a emigrar, y a otros como espectadores pasivos, con los puños crispados y los ojos secos, agobiados en la pobreza, es un relato que hay que reiterar siempre. La tragedia causada por la quiebra de la banca por conocidos corruptos y corruptores que ahora quieren volver es una lección que jamás se debe olvidar. Hoy que los jinetes del apocalipsis político cabalgan de nuevo, es decisiva la unión popular.

Ya no se puede ocultar la perplejidad y disgusto de la meritocracia frente a la dispersión de las huestes derechistas que están en las diferentes candidaturas de oposición. Esta especie de esquizofrenia electorera, con 7 candidaturas aparentemente dispuestas a ir a los comicios de febrero, cada una por su cuenta, es la señal de los tiempos. La codicia de mando los corroe aún más que el odio a Correa. En todo caso, ninguna de esas postulaciones se corresponde con la necesidad de progreso ya alcanzado, y que debe continuar en busca de un porvenir luminoso para el pueblo. Todos quieren regresar al pasado de la componenda y el doloso reparto del poder o sea al retrato indigno del ayer de la vieja nación. En cuanto a los adherentes de Alianza PAIS, las palabras de César Vallejo debe tenérselas muy en cuenta: “Hermanos, hay muchísimo que hacer todavía”. (O)

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