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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

En esta encrucijada electoral

15 de marzo de 2017 - 00:00

El discurso electoral y el país que somos (plurinacional e intercultural) no coinciden y ya no coincidirán, porque las asesorías de la campaña suelen aconsejar al candidato que discursee sobre “aquello que el electorado desea escuchar”. Believe It or Not! En vez de ‘electorado’ suele escribirse la ‘gente’, su sinónimo es masa, esa agrupación de personas sin historia y razón, destinada a aplaudir las zalamerías del candidato. Se descubre alguna ciencia de embaucamiento para apropiarse del swing emocional del votante y ganar; el ejercicio del cargo o representación popular eso será otro asunto. El barullo electoral no anula las clases sociales ni los orígenes raciales, para nada, solo disimula esos abismos.

El pueblo de origen africano (afrodescendencia) jamás abandonó la idea de la igualdad de oportunidades para el ejercicio político a plenitud, ocurrió en Ecuador y las Américas, las resistencias cimarronas eran consecuencia del momento, de la circunstancia o de la correlación favorable de esfuerzos. Esa continuidad de acciones colectivas e individuales, reinventos aprovechando saberes, autorreparaciones casa adentro o el traspaso pedagógico y filosófico de estas andaduras es lo que se entiende como proceso de las comunidades negras de la costa pacífica colombo-ecuatoriana.

Nuestras comunidades negras -no siempre, pero en la mayoría de los casos- se aliaron con quienes representaban el progreso y la oportunidad de superar infortunios. El naciente liberalismo ecuatoriano, inspirado en aquello de ‘libertad, igualdad y fraternidad’, receptó esos apoyos, aunque después fue cicatero en la devolución de esas defensas heroicas y altruistas. “Hemos sostenido que el pueblo negro vio en la Revolución Liberal una oportunidad de conquistas de derechos ciudadanos de libertad e igualdad”, confirma John Antón Sánchez, en El liberalismo, la revolución liberal y los afroecuatorianos, un documento publicado en www.academia.edu, p. 18.

El conservadurismo del liberalismo ecuatoriano obligó al proceso a comprometerse con la naciente izquierda de las primeras décadas del siglo XX, mujeres y hombres de la resistencia armada de 1913 a 1916 ayudaron o conformaron sindicatos en Guayaquil, no se sabe cuántos perecieron el 15 de noviembre de 1922. El progresismo latinoamericano tiene un fuerte respaldo electoral en las comunidades negras, incluye Ecuador. Ahora estamos en esta encrucijada electoral con diferencias evidentes: progresismo o tradicionalismo. El tradicionalismo partidocrático habla fuerte y claro sobre un retroceso constitucional, para “desmontar el correísmo”.

Al proceso se lo piensa y se lo siembra, en sintonía con la filosofía del Abuelo Zenón, para definir apoyos electorales. Los oídos largos de las comunidades negras aún no han escuchado una sola palabra de la candidatura progresista (tampoco de la otra) sobre el Decenio de la Afrodescendencia, considerando que ya es política de Estado.

¿Alguien sabe por qué? (O)

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