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El Telégrafo
Ángel Guerra Cabrera

En Cuba, un héroe de nuestra América

17 de noviembre de 2017 - 00:00

Con la frente en alto arribó a Cuba Óscar López Rivera, el hijo de Puerto Rico que llegó a ser el preso político más antiguo de América Latina y el Caribe. Cumplió casi 36 años tras las rejas del imperio acusado de un cargo impreciso y sin que la fiscalía aportara prueba alguna en su contra. De ellos, 12 incomunicado, y durante buena parte de la condena sometido a tratos crueles, inhumanos y degradantes. En verdad, su bárbaro castigo obedeció únicamente a ser militante dentro de la comunidad boricua de Chicago de una organización que abogaba por la independencia de Puerto Rico.

Antes, combatió en Vietnam donde fue condecorado por el Ejército de EE.UU. Como otros compatriotas tomó conciencia allí de lo injusta de la agresión estadunidense a la patria de Ho Chi Minh y de su naturaleza colonial, que rápidamente asoció con su isla natal. Los unía en este proceso su patriotismo, no vinculado a la bandera de las barras y las estrellas sino a la de la estrella solitaria de Puerto Rico.

Al regresar de la guerra volvió a Chicago, donde fue un incansable organizador y pedagogo comunitario, fundador de escuelas y centros culturales. Negado a aceptar la jurisdicción de los tribunales yanquis, se declaró prisionero de guerra en una lucha anticolonial y acorde con ello exigió sus derechos. Aunque su conducta como recluso califica como ejemplar, la exorbitante sentencia impuesta habría expirado en 2023.

Pudo haber alcanzado la calle en 1999. Entonces el presidente Clinton dictó el perdón para varios independentistas presos  que lo incluía, pero dejaba recluidos a otros dos y en protesta Óscar no lo aceptó. No obstante, los dos fueron excarcelados tiempo después y él dejado en la cárcel, pese a las reiteradas solicitudes de su defensora. Su encierro concluyó en mayo de este año por decisión del presidente Obama en el período final de su mandato. Los últimos meses los pasó en reclusión domiciliaria en su amada Puerto Rico.

Y es que ninguna causa como la lucha por su liberación había unido tanto al pueblo boricua por encima de posturas ideológicas y filiaciones partidistas. Las marchas y acciones pacíficas de calle así lo mostraron. Eran todos en la isla y en el continente.

“Como pueblo -ha dicho- no hemos experimentado nunca la libertad. Sin embargo hemos luchado por descolonizarnos… creemos que pertenecemos a la comunidad de naciones latinoamericanas y que una nación pequeña puede transformarse en fuerte”.

Así es, Óscar, hermano. ¡Viva Puerto Rico libre! (O)

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