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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

El valor de la ideología y de los votantes

27 de febrero de 2017 - 00:00

Los resultados de la primera vuelta electoral dejan en claro varias cosas. Primero que la gente vive y expresa un conjunto de valores, de sentimientos, de formas de vivir lo público y lo privado, es decir, ideología. Muchas veces se usa este concepto de la forma más obscura, cerrada, casi mítica y mágica, cuando, precisamente, es todo lo contrario. La ideología es un concepto que da cuenta de los valores morales y éticos de una persona, de un grupo, de una sociedad. Entender la ideología permite comprender las emociones sociales que se están jugando en cada momento en sociedad. Se dice, generalmente y sin fundamento, que el votante no tiene ideología, que no le interesa eso de izquierda o derecha, cuando son las organizaciones políticas las que no hacen lo que deben hacer por clarificar sus posiciones. Entonces la confusión no está en la gente y sí en los actores políticos. Peor aún es la situación para los actores oportunistas que aparecen en los momentos electorales y son capaces de mezclar todo tipo de ofertas o, como hemos visto, plagiar las ofertas, incluso de quienes dicen son sus acérrimos opositores políticos. Segundo, lograr una aprobación fuerte a la consulta popular contra los paraísos fiscales demuestra que la gente guarda un sentido común de justicia, de comprender lo negativo de esas prácticas y mandan un claro mensaje a los políticos que usan la política para apalancar inmoralmente sus negocios y fortunas. Este es un logro histórico no solo para el Ecuador, sino para el progresismo más avanzado del mundo. Tercero, la izquierda desbocada, ciega, claramente ha sido rechazada por la ciudadanía. Queda muy mal parada, peor de lo que estaba. La ciudadanía les dice, casi les grita, que esas posiciones no representan casi nada. Es terrible porque en ese grupo están actores que tuvieron un pasado de lucha profundamente significativo pero que al andar sin principios, simplemente, son rechazados por las mayorías. Claro ejemplo de aquello son los que a ultranza se jactan de ser de izquierda radical y fueron candidat@s de la peor derecha bancaria. Cuarto, la ciudadanía no olvida el oportunismo en todas sus formas. La ciudadanía castiga la deslealtad y el descaro. No “avanza-ron” nada y van quedando en la zona gris del olvido. Quinto, sin duda que cierto sector de la clase media emergente quiere un cambio, de aquellos de mayor acumulación, así sea a costa de que otros no salgan de la pobreza. Bueno el consumismo produce eso. Situación compleja porque quieren emprender, triunfar, pero han adoptado por el peor modelo de progreso: la bancocracia. Que a la primera se les comería vivos. Ese es un voto atorado, inmaduro. En cualquiera de los casos, vemos que la ideología, hoy más que nunca, está en juego. No en los círculos académicos, ni intelectuales, sino en las disputas morales, como el caso de los ataques miserables a Manabí, como en la devolución de las latas de atún. Así vive una sociedad la ideología, no en la mezcolanza de autores y análisis tortuosos. Sino que se la vive como la lucha por el reconocimiento, por lo que se es, cómo se vive y lo que se anhela. El voto es real, la interpretación del mismo es ideológica más para los encuestadores y sus encuestas, que también les llega su día, entre verdad y deseo. Ecuador triunfó tres veces ese día. Pero la batalla ha comenzado de nuevo y debe volver a triunfar. (O)

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