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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

El valor de la democracia

20 de febrero de 2017 - 00:00

Radica en su ejercicio pleno por parte de la ciudadanía, no solamente en los procesos electorales, sino en la construcción de la vida cotidiana. La democracia como acción-reflexión debe permitirnos sopesar los valores, las creencias, las costumbres, la memoria individual y colectiva, como los aciertos y los errores para madurar como sociedad, y definir el rumbo que realmente necesitamos. La democracia permite el desarrollo de lo público, tan fundamental a la hora de pensar más allá de las individualidades y las necesidades particulares y observar lo que como sociedad necesitamos, lo que los otros en sociedad aún no han alcanzado y esperan lograr lo más rápidamente posible.

La democracia, en consecuencia, no puede ser concebida como un mero formalismo moral o jurídico, eso implicaría su reducción a un juego de actores reducidos, a protocolos opuestos a la propia realidad material de los ciudadanos. Si hay personas viviendo en pobreza, o peor aún en extrema pobreza, significa que tenemos una democracia con ciertos fallos sociales. No puede haber democracia si la riqueza se concentra en pocas manos, tampoco puede haber democracia si no avanzamos hacia una mayor equidad social en todo sentido.

Lo que llevamos del siglo XXI nos demuestra que la gente se asumió con más valor ciudadano, precisamente, porque reconoció que los modelos anteriores vividos, el sacrificio pedido y todo lo perdido no significaba abandonarlo todo, por el contrario, sirvió para concentrar las fuerzas sociales y exigir que el modelo social no sea reducido a un modelo empresarial, simplemente porque todo falla. El fortalecimiento de lo público es vital para una vida democrática real, palpable, vivible por y para sus ciudadanos.

Y el Estado es una herramienta para garantizar que ese crecimiento de lo público sea consistente con los valores y necesidades de sus ciudadanos. Esta campaña que acabamos de pasar ha demostrado que un sector de la sociedad no valora la democracia o no la entiende en una dimensión moderna, contemporánea o simplemente no puede vivir con ella porque la teme, ya que se siente amenazada en sus posesiones. Casos vergonzosos como de supuestos observadores internacionales, sin autoridad alguna, han querido establecer tutelajes ‘democráticos’. Ni siquiera le hacen un favor a los sectores que representan.

Las disputas políticas son normales en una democracia. Otra cosa es que cierto sector no esté de acuerdo con la democracia participativa y pretenda imponer sus estructuras privadas como estructuras públicas, como el caso de aquellos que afirmaron tener un sistema paralelo al electoral. Declaraciones sorprendentes que desvelan el cómo viven y se representa la democracia.

Sin duda que al país entero le hace falta una mayor madurez en su cultura política, comprender que los disensos son constructivos, sobre todo, cuando la miseria, la pobreza y la exclusión se reproducen a beneficio de grupos elitistas que detestan la participación social, que la subestiman y se creen los dueños del poder político. Que el resultado electoral de este domingo consolide el bien común. Que consolide el valor de la democracia, que es el valor de la vida con dignidad, con equidad de oportunidades. Que la democracia se consolide derrotando toda forma de racismo, misoginia, homofobia y todo tipo de taras de los siglos pasados coloniales que aún perduran en todos nosotros. (O)

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