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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

El retorno del patrón oro

12 de octubre de 2017 - 00:00

En el siglo XVI, apenas iniciada la época colonial, un clérigo codicioso llegó a convencerse de que una llama perpetua, como la que yacía en el fondo de los volcanes de las tierras andinas, no podía ser otra cosa que oro derretido. Imaginando que podría ser dueño de un río dorado, hizo grandes cadenas y calderos para recoger el líquido maravilloso. Esta historia fue recogida por el cronista José Acosta, quien explicaba que la razón de tal persistencia tenía que ver con la creencia en el valor de la escasez, por lo que señalaba: “El ser más raro el oro y la naturaleza más escasa en darlo, es argumento de ser metal más precioso”.

La locura por el oro y los metales preciosos estuvo ligada a un concepto nuclear de la cultura occidental, la misma que promovió la política de acumulación por parte de los imperios, para preservar su poder frente a los otros. Ya en el siglo XIX, el lingote oro se convirtió en una referencia de los Estados nacionales, para respaldar la emisión equivalente de moneda acuñada en otros metales o en papel. La convención del ‘patrón oro’ fue posible en una fase de expansión de la economía capitalista, impulsada por el incremento de la explotación del metal en California, lo cual fortaleció la libra esterlina. Mucho después, en 1971, EE.UU. abandonó el patrón oro para consolidar el patrón dólar, desarrollar el crecimiento del capital basado en la especulación y controlar la economía del mundo.

Actualmente, China y Rusia, con el apoyo de aliados (Brics), estimularían el retorno al patrón oro, con el objetivo de que la acumulación capitalista abandone la referencia del dólar. China intentaría, al parecer, construir un triángulo de valor conformado por el gas-petróleo, el yuan y el oro. Se incentivaría, de esta manera, a las economías nacionales y regionales, para que sus reservas y sus transacciones sean hechas en yuanes que, a diferencia del dólar, tendría respaldo físico de un valor metal, apreciado por su escasez. Para lograr el propósito se debe incrementar la explotación de las minas de oro del mundo y por otra parte, movilizar las reservas del oro explotado, cuya mayor parte, en términos proporcionales, se encuentra en EE.UU. En este contexto, además, cobra importancia la geografía del oro, el gas y el petróleo, tres recursos que se encuentran en nuestro continente.

La vuelta del patrón oro podría significar el freno relativo de la forma capitalista basada estructuralmente en la especulación. Sin embargo, lo riesgoso para países de economía pequeña es que dependerán indirectamente de las potencias que guardarán las reservas metálicas. En la lista de las más importantes reservas en lingotes, solo consta Venezuela, como país latinoamericano, lo cual revela la visión económica que en su momento tuvo ese país. En el caso de Ecuador, aunque no cuenta con reservas importantes en términos comparativos, es uno de los lugares estratégicos, debido a que en su territorio hay importantes yacimientos, en Zamora Chinchipe (Fruta del Norte) y alrededor de Zaruma. El oro consta como el cuarto producto de exportación de Ecuador, pero extrañamente los totales brutos comercializados son mucho mayores que los autorizados, lo que desnuda la existencia de minería y tráfico ilegal.

Cuenta el padre Josef Acosta en su crónica temprana, que el clérigo, loco por el oro, siguió intentando por siempre sacar de las entrañas de la tierra oro líquido, pero nunca lo logró porque siempre sus herramientas terminaron derretidas. Más de cuatro siglos después, Zaruma, un pueblo humano asentado sobre una mina de oro, está siendo devorado por la fuerza delirante, comandada -tal vez- por el patrón oro. (O)

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