Todavía no se quitaba el polvo de los zapatos, impregnados de tierra por el trajín de la campaña electoral, de la que salió derrotado, cuando, a pesar de las grandes inversiones que hizo, solo le quedó ánimo para gritar “¡Fraude, fraude!”, cantaleta que no se la creyó ni su ídolo de antaño, Jaime Nebot, quien le dijo: “Muestra alguna prueba para secundarte…”, lo que no pudo hacer, y se quedó con su gritería botado en la media calle, a la espera de su próxima oportunidad.

Guillermo Lasso no es de los que se allanan con paciencia ante la realidad y ya clavó su mirada a la próxima contienda, para 2021, y se autoproclamó líder de los que no votaron  por el candidato de Alianza PAIS.

Más le convendría dedicarse a planificar cómo liberarse de su compleja situación de poseedor de una millonaria y nunca explicada fortuna, que la tiene regada en varios paraísos fiscales, circunstancia que le impedirá hasta ser candidato, para ver si a la tercera va la vencida.

Mucho tendrá que revisar la partidocracia respecto a sus voceros y a sus propuestas, si quiere recuperar algo de su influencia y de los territorios que había conquistado.

Para ello tienen que desterrar de sus filas y lenguaje el odio y la prepotencia, el menosprecio que sienten por los que no son sus compinches, los pobres y marginados, que son la mayoría de Ecuador.

Con elementos atrofiados mental y moralmente, como Andrés Páez y compañía, Lasso no tiene porvenir político alguno. Eso ya quedó claro, al punto que solitos rompieron la famosa ‘ley del péndulo’ y se quedaron con los churos hechos.

Aquí no tuvo eco la restauración conservadora, que tiene desarticulados a sus posibles dirigentes, y ya no tienen otra alternativa que replantear su manido discurso y reeducar a sus líderes, donde ya no cala el estilo de Lasso.

El descalabro de esa tendencia en Brasil, Argentina, Paraguay; la incertidumbre que aqueja a los gringos con los ensayos de Trump, les quita piso para reconstruir su andarivel.

A todo ello, que sumen el exitoso relevo de mando que acabamos de vivir, con un Correa que termina la década ganada, con la inmensa gratitud de los ciudadanos y un Lenín que llega con propuestas innovadoras, en un ambiente de paz y de concordia.

El proceso político que vive buena parte del continente demuestra que para los latinoamericanos prima el diálogo, la paz y el respeto a la legislación existente, aun cuando se pudiera requerir de ciertas modificaciones que deberán ser expedidas por los órganos legislativos.

En una realidad así, el autolanzamiento de una candidatura presidencial prematura aparece como una aberración enloquecida por quien tiene que revisar y poner en orden sus cuentas, sus ideas, su calendario y su imagen pública.

Se dice que Dios ayuda a los que madrugan, pero eso será para los que trabajan, estudian o cumplen actividades positivas, no para los que se sienten frustrados por haberse dejado atrapar por la vanidad y las ambiciones.

Cada cosa, a su tiempo, sería la lección. (O)