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Carol Murillo Ruiz

El placer político y sexual

20 de marzo de 2017 - 00:00

El mundo actual aún considera a la mujer el nervio social de la comunidad y, en simultáneo, su mejor distracción cultural. El 8 de marzo en Ecuador sucedieron cosas extrañas. Las marchas en conmemoración al Día Internacional de la Mujer estuvieron marcadas más allá de las reivindicaciones clásicas de las mujeres y, por fin, se politizaron lemas sobre cuestiones económicas (su rol en el feriado bancario de 1999) y, también, las perversas secuelas del acoso y la injusticia de las instituciones cuando se trata de enfrentar el abuso del macho.

Hubo dos marchas. La una multitudinaria y más política se refería, de modo micro, a las mujeres que plantaron cara a la crisis del feriado bancario y, posteriormente, a la dolarización. Tales factores de la macroeconomía, operados por gobernantes a espaldas a la gente, empujaron a las mujeres a salvar -con enorme sacrificio e inventiva- el derrumbe económico de sus familias y su posterior migración.

La otra marcha, más pequeña, tocaba la llaga íntima del acoso y las formas de esconderlo y no sancionarlo. Loable. Pero fue la única que tuvo una cobertura mediática mínima aunque light; porque todos sabemos que mientras no se politice y mediatice lo suficiente la magnitud y poder de ese nervio social que es la mujer en la dinámica económica y política, el asalto a su cuerpo sigue y seguirá cebando la mirada del morbo, es decir, la separación de su historia de discriminación y ruina colectiva.

Lo extraño fue que ese mismo día se viralizó un vídeo -en redes sociales- sobre una mujer ‘cazada’ en un entorno de infidelidad. El vídeo y los comentarios arbitrarios sobre esa situación provocaron, en el cosmos de la irrealidad virtual, que las marchas en las calles perdieran su valor noticioso, ya por la calculada indiferencia de los medios, ya por el desprecio que la crítica femenina causa en muchos usuarios de redes; ¿por qué?, porque la realidad les apesta y prefieren el tufo aséptico del morbo exhibido en los smartphone.

Sin embargo, vaya paradoja, mientras las mujeres de las dos manifestaciones apelaban a la realidad de la crisis en un período de la historia nacional y el infierno del machismo y su impunidad social y jurídica -en la mayoría de los casos-, en las redes se paseaba el peor de los moralismos y el doble estándar de hombres y mujeres sobre la emancipación femenina expresada, otra vez, en su cuerpo y su confuso delito post nupcial. Había quienes hablaban de un caso privado y otros sobre el castigo a la adúltera. Incluso la palabra puta rendía honor al machismo más estúpido y salía de las bocas de ellas -tan puras y pías- y de ellos -tan leales y buenos amantes-.

Al parecer lo conservador frente a la libertad femenina no está solo en la mente de líderes políticos sino en la vida diaria de una población dominada por la hipocresía cultural y religiosa. Los aportes sociológicos de ese día enseñan que las luchas feministas deben observar y desacralizar la todavía influyente doctrina de la virginidad corporal y social, y que no basta penar el acoso mientras la catedral del hogar sigue adoctrinando en la sumisión y el miedo al placer político y sexual. (O)

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