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El Telégrafo
Melania Mora Witt

El Minotauro global

17 de diciembre de 2016 - 00:00

En la crisis que iniciada en Estados Unidos en 2008 ‘contagió’ al resto del mundo, el crash alcanzó a Grecia, donde actuaron en forma negativa y conjunta factores derivados de sus problemas estructurales. Para acceder a los mercados financieros a partir de 2010, una vez que sus bonos fueron declarados ‘basura’, Grecia debió recurrir a la ‘troika’ (FMI,  BCE y  Comisión Europea), para un rescate financiero que implicó ajustes económicos, recortes en gastos sociales, privatizaciones, incremento de impuestos, etc.

Cuando en 2014 el pueblo eligió el gobierno de izquierda Syriza, este rechazó esos términos y ratificó con un referéndum popular tal negativa. Al frente de esa postura, en su calidad de ministro de Economía, actuó el economista Yanis Varoufakis (Atenas 1961). Su posición frente a los personeros de la Unión Europea fue coherente con su trayectoria y reconocida reputación internacional, que incluye el ejercicio de la cátedra en universidades de EE.UU. e Inglaterra. Es invitado frecuente para medios, como la BBC, CNN, etc. Ha publicado numerosos libros, entre los que destaca el que da nombre a este artículo.

La obra consta de una introducción y 9 secciones que en 329 páginas despliega una interesante argumentación acerca de las causas de la crisis de 2008. El autor la califica como la primera del mundo globalizado: “… El crash de 2008 tuvo efectos devastadores, tanto globalmente como en el corazón del neoliberalismo”. A partir de 2008 (…) “las certezas que nos había costado décadas de condicionamiento reconocer desaparecieron todas de golpe, junto con 40 billones de dólares de activos de todo el globo, 14 billones de riqueza doméstica solo en EE.UU., 700.000 puestos de trabajo mensuales en EE.UU., incontables viviendas embargadas en todas partes…”.

La tesis básica de la obra -que añade el mérito de ser legible por cualquier público- es que “la característica fundamental de la era post-1971 fue un cambio de rumbo comercial entre EE.UU. y el resto del mundo”. Si a partir de la Segunda Guerra Mundial se consolidó el capitalismo con flujos originados en EE.UU. que alimentaron la reconstrucción de Europa y Japón, en la década del 70 iniciaron un rumbo contrario, absorbiendo capitales del resto del mundo para cubrir sus enormes déficits. Los mecanismos ideados por los dueños del capital financiero fueron múltiples: fusiones, consolidaciones y una serie de ‘inventos’ financieros para crear dinero, lo que  les permitió  acaparar sumas inimaginables de capital. El efecto más notorio se vio en las burbujas inmobiliarias -con secuelas vigentes- en EE.UU. y Europa, que el exceso de crédito fácil procuró.

A partir de 2008, “los déficits de EE.UU. ya no pueden sostener el mecanismo que mantiene los flujos globales  de bienes y beneficios equilibrados a nivel planetario”, lo cual hace peligrar el precario orden mundial. El autor busca respuesta en acciones conjuntas de los países emergentes, “nuevos actores de la historia”. La inestabilidad puede reproducir tiempos tan riesgosos como los años previos a la Segunda Guerra Mundial. (O)

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