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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

El mensaje de la Navidad

24 de diciembre de 2016 - 00:00

El día del nacimiento de Jesús se celebra como un acontecimiento, de fe y espiritualidad en el orbe cristiano; en cada región del planeta, según sus creencias, tradiciones, niveles de vida y el comportamiento de sus gobernantes. En nuestro medio, a pocos días de la apertura oficial de la campaña para elegir Presidente, Vicepresidente y asambleístas, los dirigentes de los partidos se adhieren a los festejos y ritos religiosos.

Para los cristianos y creyentes en la fecha del natalicio del Divino Redentor, se consagra un grato momento para el recogimiento, espiritualidad y el arrepentimiento de nuestros desvíos y yerros. La Iglesia católica revela que Jesús vino al mundo para redimirnos de nuestros errores y a dar ejemplo, hasta qué punto puede el hombre sacrificarse para ayudar y proteger al prójimo. Es que hoy, pocos confían en los demás, por las falsas promesas y ofertas mágicas. Esperan algo de otros y no dan nada.

Recordemos a los dirigentes de las agrupaciones partidistas, la lección: dar algo de sí, pero sin exigir nada a cambio. La religión no radica en orar, arrodillarse y contemplar portentosa imagen, sino promover en sus mensajes u oraciones, la reconciliación, contribución por la paz, la práctica de la solidaridad, el respeto al adversario y el uso de la verdad como un emblema. Es propicia la fecha para invocar a la reflexión y se asuma el compromiso de todos, por el rescate de los valores que se han extraviado, a causa de la ambición en los diversos niveles sociales y la presencia de los negociantes de la política, acostumbrados a avasallar a sus rivales en la búsqueda desesperada del poder y la riqueza.

Muchos se han olvidado del origen y significado de la Navidad; y hoy los modernistas se limitan a celebrarla a su manera, según conciben la realidad. Acostumbran reuniones familiares, de amigos, intercambio de regalos y a formular promesas para cambiar de actitud. La actividad comercial se amplía, pero sin alcance para un vasto sector social marginado por su pobreza. Siempre oportuno el papa Francisco expresa: “La vida es un tesoro precioso, pero solo lo descubrimos, si lo compartimos con los demás”. “Hay que derribar el muro de la enemistad y el odio”.

En las celebraciones religiosas, todos al unísono exclaman y oran por el anhelo de paz, de vivir sin temor, respetar al semejante y acercarnos al eterno abrazo de la confraternidad universal. El Sumo Pontífice complementa: “para conseguir la paz se necesita valor, mucho más valor que para hacer la guerra”. Como ha ocurrido en navidades del pasado, concluido el feriado, volverán a sus andanzas, los dirigentes políticos carentes de ideología, los rufianes sin mística de trabajo, los odiadores y los ambiciosos que utilizan la mentira y la injuria como instrumento de campaña para lograr sus objetivos: poder político y fortuna.

En estos días de reflexión, grupos sociales mayoritarios piden a los candidatos no difundan ofertas mágicas, sino obras y proyectos factibles de acuerdo con nuestra realidad y entiendan que en este Gobierno de régimen democrático, los ecuatorianos disfrutan de amplia libertad en su forma de pensar y en la toma de decisiones; que se garantiza el derecho al sufragio, el respeto al criterio de las mayorías, y que el diálogo es el mejor camino para superar diferencias y llegar a la verdad. (O)

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