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Ilitch Verduga Vélez

El Grupo de los 77 y China

27 de enero de 2017 - 00:00

Creado el 15 de julio de 1964, por la visión premonitoria de notables líderes mundiales: Nheru de la India, Sukarno de Indonesia, Tito de Yugoeslavia, Nasser de Egipto, el
G-77+China constituye -después de la ONU- el mayor conglomerado de países del mundo. En su momento tuvo un papel muy destacado en el mantenimiento de la paz mundial en  duros momentos de la humanidad, cuando la posibilidad de un enfrentamiento nuclear entre las grandes potencias de esa época, EE.UU. y la Unión Soviética, pudo ser una realidad infernal.

Si bien es cierto el original número de Estados que lo integraron fue 77, en la actualidad lo forman 134, que lo hace una organización en que están representados los hemisferios y cuatro continentes. Ecuador, como miembro pleno y fundador de dicha corporación, es el actual presidente de la entidad intercontinental que reúne a la mayoría de territorios, en vías de desarrollo del orbe, muchos de las cuales, en 1960, obtuvieron su independencia y autonomía, como fruto del proceso de descolonización de Asia, África y América Latina generado y encabezado por la ONU.

El devenir de una institución tan importante en los destinos planetarios, tuvo su génesis en la conferencia histórica de Bandung, en 1955. Seis años después, José Broz, el mítico mariscal yugoeslavo, Tito, convocó a repúblicas no alineadas, en la Guerra Fría, a unirse en un cónclave sustancial cuyos temas se referían a comercio, agricultura, industria, energía, la paz en la tierra a la que acudieron 21 naciones, entre ellas Ecuador y también otras tierras latinoamericanas. Ambos llamamientos, sin duda, fueron la cuna del movimiento del tercer mundo.

Hoy, luego de un paréntesis variopinto y siniestro, que algún ideólogo trasnochado llamó ‘fin de la historia’, este cuerpo de decisión mundial ha renacido con la fuerza de los primeros tiempos, aunque sus socios no lograron evitar la disolución de varios de sus fundadores, por ejemplo, Yugoeslavia, que fue bombardeada por la OTAN y balcanizada, luego el Medio Oriente y África. Por ello, siempre vale la pena recordar, aunque se padezca evocando. Así, muchos de los integrantes de la comunidad, que fueron excolonias europeas y los países árabes invadidos y ocupados por EE.UU., no recibieron solidaridad en los momentos de necesidad suprema, en el ataque brutal de los imperios, que todavía sigue en: Afganistán, Irak, Siria, Libia y varias comarcas africanas.

El presidente Correa recibió hace unas semanas el mandato de presidir el organismo, cuya relevancia global nadie ignora, excepto alguna prensa mercantilista nacional. Estoy cierto de que sus ejecutorias serán de gran importancia en la jefatura que le corresponde a nuestra patria y cuya agenda central tiene un tema esencial para la vida de los pueblos: la indagación y localización y, de ser posible, la supresión de los ‘paraísos fiscales’, que tanto daño hacen a las finanzas de la población, impidiendo su avance al escamotear tributos que deben pagarse a la patria que los nutre y enriquece.

También evitar que aquellos dineros que en forma ilegal se lograron en negocios turbios: narcotráfico, trata de personas, contrabando, crimen organizado tengan cobijo. Con seguridad, la presencia ecuatoriana podrá remediar situaciones conflictivas con el lenguaje limpio de la verdad, la justicia sin adornos semánticos u obstrucciones verbales que son muestra de que la pesadumbre de nuestra propia tragedia territorial es energía creadora de los tiempos actuales, para situar en primera línea la equidad y el progreso de los pueblos. (O)

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