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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

El fin de la privacidad

31 de marzo de 2017 - 00:00

El 28 de marzo el Congreso de Estados Unidos votó para impedir que la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) pueda crear reglas que limiten cómo los proveedores de internet acceden y venden la información de los usuarios, sin su consentimiento. Nadie en realidad entiende cómo este tipo de legislación puede beneficiar al usuario (aunque incluyeron por ahí alguna mención sobre el ‘derecho a elegir’ y ‘mercados libres’) porque, por lo general, los usuarios no se emocionan al saber que la compañía de internet local, además de monopolizar el mercado regional, quiere utilizar tu historial para venderlo a compañías de mercadeo. Adicional a esto, se eliminó la regla que requería que los proveedores tengan que fortalecer las defensas para clientes en contra de hackers.

El alcance de este tipo de regulación es amplio. Los proveedores tendrán la posibilidad de monitorizar el comportamiento de sus usuarios y usar su información personal y financiera para vender publicidad, similar a lo que hace Google y Facebook con tus likes y búsquedas. Los proveedores también pueden vender la información directamente a compañías de mercadeo, compañías financieras y otro tipo de entidades que hacen data mining, todo esto sin el consentimiento del usuario.

A diferencia de páginas web que hacen lo mismo, es más difícil cambiarse de proveedor que, por ejemplo, cambiarse de red social (o abandonarla). Comenzando porque la mayoría de usuarios tiene acceso a una o dos compañías de internet. También porque la compañía de internet tiene acceso a toda tu actividad, no solo a lo que haces en una sola página. Es decir, las luchas que se libraron en y contra el gobierno de Obama para mantener la neutralidad de la red, para evitar que los programas de supervisión cibernética del Gobierno no sean ampliados, para regular la manera en que se utilizan y se protege la información del usuario (una ardua pelea que de por sí era librada en desventaja dada la capacidad de los lobbies de telecomunicaciones), acaba de tener su mayor traspié.

Por supuesto, las compañías de internet alegan que este tipo de medidas, no solo que las vuelve más competitivas, sino que permite al usuario tener publicidad más relevante y modelos de negocios más innovadores. Sugieren también que es injusto que páginas como Google y Facebook lo puedan hacer, y que mantener las reglas actuales genera confusión en los usuarios sobre quién puede y quién no puede ver su historial de navegación y su uso de aplicaciones. Lo cual es parcialmente cierto.

Google y Facebook no tienen acceso a tu historial, solo a tu comportamiento dentro de sus páginas. Los proveedores de internet tendrían acceso a todos los movimiento del usuario. Algo que de por sí ya tenían con la legislación pasada, pero que requería de la aceptación explícita del usuario y de la aceptación de la FCC.

Ahora no solo que la FCC ya no tiene la capacidad de regular el comportamiento de los servidores de internet, sino que tampoco existiría una agencia que lo pueda hacer (la responsabilidad debería recaer sobre la Comisión Federal de Comercio, pero esta comisión no tiene la capacidad de castigar a los proveedores que violen las guías de privacidad que tienen). Es decir, esto se volvió tierra de nadie.

Y, como siempre, el que termina perdiendo es el consumidor. El consumidor que no quiere que alguien tenga acceso a su historial de internet, que no quiere que su información sea vendida y que luego esa información sea usada para venderle más cosas. En fin, el consumidor al que le preocupa, y en realidad a todos debería preocuparnos, su privacidad. (O)

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