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Aminta Buenaño

El feminismo y otras yerbas...

22 de septiembre de 2017 - 00:00

Todavía a algunas personas que escuchan esta palabra “rara y peligrosa” se les espeluzna el cuerpo y sienten un mal sabor en la boca. Piensan a vuelo de pájaro en “un grupo de locas que odian a los hombres” o que vociferan en contra de los roles tradicionales de ser madres y esposas. Algún abuelo tartamudeará y afirmará: “Son aquellas inmorales que quieren hacer todo lo que hacen los hombres”; algún burócrata trasnochado hipará: “Ellas no quieren libertad sino libertinaje; o quizá, una ilusa muchachita, sobre una platea y con una banda cruzándole el pecho, responderá emocionada: “Estoy de acuerdo con el feminismo, pero sin perder la feminidad”. Y toda una comunidad interesada de voces juzgará sin conocerlo. Y es todo lo contrario, porque es revalorizar, rescatar, reivindicar una imagen de mujer que ha sido devaluada por el orden patriarcal; como dijo el poeta Roque Dalton: “Constituir a la mujer en mujer a partir de su humanidad y no de su sexo. El movimiento feminista es tan importante y justo que a pesar de las críticas y negaciones sigue adelante como movimiento beligerante que es, cuya fundamental función es transformar la sociedad, nada menos que eso…

El feminismo parte de la hipótesis de que existe un orden injusto dentro de la sociedad que hay que modificar; pero si este sistema oprime al hombre, a la mujer la oprime doblemente; pues además del estructural, ella sufre la explotación de su compañero, convirtiéndola en una ciudadana de segunda categoría. Como escribe Kate Millet: “El sexo es un status con implicaciones políticas”. En este sentido el feminismo busca llegar a una democracia auténtica, que empiece en casa, para desde ese centro telúrico y radical, proyectarse a las calles, plazas, instituciones. Una democracia real y no de papel. Vivida y no leída. El feminismo intenta rescatar la conciencia de todos los seres humanos echando fuego a los roles y esquemas que no son más que calabozos del alma, actos de fe aprendidos en el curso de la historia. Liberando a la sociedad de los mitos y prejuicios culturales que no permiten a la mujer proyectarse como un ser integral, y rescatando en el hombre la posibilidad de expresar libremente su ternura y sensibilidad, usurpados por el machismo, el cual le impele a demostrar siempre su virilidad; aceptándolo como es, una persona que tiene el derecho a reír, llorar, flaquear, ser humano simplemente.  

El feminismo busca trascender el ámbito de lo doméstico, las estrechas paredes de lo “femenino” e incursionar en la vida en su plenitud. No busca un segundo matriarcado, sino el equilibrio, la igualdad, una auténtica democracia entre los sexos, una correcta redistribución del poder sin que el sexo se convierta en causa de apartheid. Manteniendo siempre una rotunda vocación por la vida y por la paz frente a las amenazas de las guerras. De ahí su carácter subversivo, de ahí los crueles ataques y distorsiones de que ha sido objeto con el fin de borrar por medio de la burla y el ridículo su verdad histórica, su rebeldía.

Al feminismo le preocupa hondamente el silencio y atropello contra las mujeres y brega por desvanecer los obstáculos y prejuicios que impiden que la mujer se desarrolle como persona. La historia oficial siempre ha privilegiado lo público. Si quisiéramos escribir una historia de mujeres tendríamos que abordarla desde la perspectiva de la vida cotidiana, como señala Agnes Hall. La vida cotidiana es la esencia de la sustancia social. Resulta imprescindible investigar nuestro pasado para que las mujeres no nos quedemos sin memoria tan importante para nuestra identidad, autoestima y futuro.

Es importante señalar que feministas no son solo las mujeres, como machistas no son solo los hombres. Existe una cantidad cada vez más numerosa de compañeros que luchan tenazmente, porque entienden que la liberación de la mujer es también la liberación del hombre. Y penosamente hay muchas mujeres machistas que mediante la leche y la crianza inculcan en sus hijos todos los dogmas y prejuicios de la cultura patriarcal, la cual por el orden natural de los tiempos tendrá que desaparecer en la búsqueda de nuevos caminos libertarios, de equidad y justicia, para la humanidad. (O)

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