Es cierto que la muerte es el término de la vida, y que, al formar parte del ciclo vital, lo hace posible. Sin embargo, los seres humanos lamentamos la partida de nuestros seres queridos por el lógico sentimiento de pérdida que nos embarga, a pesar de saber que allá, a donde ellos vayan, finalmente iremos todos, y por otro lado también nos golpea la ausencia definitiva de aquellos seres que de alguna manera han iluminado nuestro mundo con su arte y su talento.

Este veinticinco de diciembre, día de Navidad, se ha recibido con asombro, primero, la noticia de la muerte de Eliseo Subiela, uno de los grandes del cine argentino. Famoso por películas como Hombre mirando al sudeste, El lado oscuro del corazón, No te mueras sin decirme a dónde vas o Despabílate amor, Subiela se caracterizó por cuestionar la realidad inmediata, recordándonos un poco las piruetas psicológicas y metafísicas de otro grande, este de la literatura: el maestro Julio Cortázar.

De alguna manera, Subiela nos ayudó a cuestionar las realidades que considerábamos inamovibles y las certezas que no lo eran tanto. En su estremecedor filme Hombre mirando al sudeste la magia se une a la crítica de los sistemas médicos represivos y del mismo criterio que divide a los seres humanos en ‘normales’ y ‘anormales’. Y, solo para mencionar uno, al azar, hace también un poético y tierno homenaje a la nostalgia y a la memoria musical de toda una generación, así como a la amistad y a la vida sencilla en Despabílate amor.

También sorprende dolorosamente la partida, tal vez prematura, del gran cantante británico de música pop George Michael, tan solo a los 53 años de edad. Personaje que, de alguna manera, forma parte de la banda sonora de la adolescencia y juventud de más de una generación de fines del siglo XX y principios del XXI.

Y, así como hace poco un accidente aéreo segó la vida de todo un equipo de fútbol brasileño que iba a participar en la final de la Copa Sudamericana en la ciudad de Medellín, ahora otro suceso similar ha llevado a la desaparición del coro Alexandrov, el coro del Ejército Rojo que iba a animar con su música a los combatientes en Siria.

El arte, entonces, está de luto ante estas tres desapariciones sincrónicas en el mismo día de Navidad de este año 2016. La reflexión, más allá de los lugares comunes, se centra en lo que todas estas personas dejan de hermosura y alegría, de arte y creatividad para un mundo que demasiado se centra en el odio y la destrucción. Paz y luz para todas estas transiciones, y que no se nos permita el olvido, porque su tarea también ha sido heroica en un planeta en donde cada vez queda menos espacio para la belleza. (O)