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El Telégrafo
Melania Mora Witt

Ecuador y Casa de las Américas

18 de febrero de 2017 - 00:00

En abril del 59, apenas triunfante la Revolución Cubana, nació Casa de las Américas. Situada en el barrio del Vedado, se convirtió en un espacio emblemático, presidido por Haydée Santamaría, heroína del Moncada y de Sierra Maestra. Ella fue, por sí misma, una de las leyendas de la Revolución y, previendo el aislamiento que Cuba sufriría, cuando –con excepción de México- era cercada con el propósito de aislar el proceso naciente, impulsó los contactos con los intelectuales de América Latina, el Caribe y el mundo, que se dieron pronto cita en la Isla.

En la Casa dieron sus primeros acordes los integrantes de la Nueva Trova: Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, los hermanos Feliú, Sara González. Se convocaron premios incluyentes para la diversidad de culturas existentes en la región: la literatura brasileña, las de habla francófona e inglesa en el Caribe; las provenientes de las literaturas indígenas y así se hizo realidad su propósito inicial: ser una institución ‘que promociona, investiga, auspicia, premia y publica la obra de escritores, artistas plásticos, músicos, teatristas, estudiosos de la literatura, las artes y ciencias sociales del continente’. A Haydée la sucedió el gran pintor Mariano Rodríguez y desde 1986 el eximio poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar.

Desde el inicio la mayoría de los intelectuales ecuatorianos mantuvo contactos con la Casa, en calidad de jurados, encargados de antologías como Miguel Donoso Pareja, o como acreedores a los premios de la institución. Los rigurosos fallos convirtieron en un privilegio enorme el ser acreedor a ellos, que además garantizaban la difusión continental de su obra. Así en 1960 obtuvo el premio en poesía Jorge Enrique Adoum; el 62, una mención de honor Alfonso Cuesta y Cuesta; en 1968, el de ensayo fue recibido por Manuel Medina Castro, que además colaboró con la entidad en su exilio en Cuba.

Raúl Pérez Torres fue acreedor en 1980 al premio en cuento y el 92, Julio Pazos Barrera en poesía. En 1983 obtuvo el de Ensayo Fotográfico el artista múltiple Hugo Cifuentes. Agustín Cueva compartió una mención con Eduardo Galeano y Cristian Avecillas recibió dos menciones en 2008 y 2013. En 2010 se otorgó el Honorífico José María Arguedas a Francisco Proaño, igual que en 2012 a Humberto Vinueza. En 2016, Diego Falconí Trávez obtuvo el galardón en el tema artístico-literario.

En 2017, el escritor guayaquileño Ernesto Carrión recibió el codiciado trofeo en novela por su obra Incendiamos las yeguas al amanecer y el  Honorífico Lezama Lima en poesía, Raúl Vallejo por Música del Tabernario. Casi nula ha sido la difusión de estas preseas en la prensa nacional. Es una suerte de complot del silencio, quizás por el desconocimiento del valor mundial del premio y posiblemente por identificar a uno de los galardonados con el actual Gobierno. La ceguera intelectual por un lado y el prejuicio contra un pueblo y Gobierno respetado internacionalmente, siguen vigentes para los dueños de los medios de comunicación, que en ellos ejercen la censura que adjudican a otras instancias. (O)

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