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El Telégrafo
Fander Falconí

Dos extremos en modelos educativos

26 de julio de 2017 - 00:00

Detroit, Michigan, Estados Unidos, era una vez una ciudad próspera, sede de la que fuera la industria automotriz más grande del mundo. Hoy, en esta urbe en decadencia, si usted visita el colegio secundario fiscal Central High School, quedará impresionado, al ver ventanas rotas y paredes despintadas. El 74% de estudiantes vive bajo el nivel de pobreza y sus calificaciones están entre las peores de Estados Unidos (informa Global Citizen).

Claro que quienes tienen bastante dinero pueden enviar a su hijo al Salisbury School en Connecticut, por $ 49.000 al año (según Business Insider). Mientras casi ningún egresado del plantel de Detroit continuará su educación superior, la mayoría de bachilleres de Salisbury irán a Harvard o a una de las 10 universidades de élite de Estados Unidos, es decir, de Ivy League.

Si no quiere gastar tanto y de paso desea mandar al hijo a Europa, tiene una nueva opción. En Londres acaban de abrir un colegio para ricos y es mixto. Eaton Square apenas cobra el equivalente de $ 29.000 y las paredes de sus aulas están recubiertas de seda, en vez del ordinario papel tapiz. Su hijo será compañero de los hijos de los banqueros, muchos de los cuales habitan el exclusivo barrio de Chelsea, sede del homónimo equipo de fútbol (dice un artículo de The Guardian). Las dos universidades más antiguas de Inglaterra (Cambridge y Oxford) abrirán las puertas a estos afortunados chicos.

Frente a este tipo de formación que fomenta y perpetúa la desigualdad, aparece el modelo finlandés de educación. En Finlandia es ilegal cobrar pensiones. Además de ser gratuita, la educación básica incluye atención médica, almuerzo, libros, materiales, excursiones, y salidas recreativas y educativas. Si es necesario, se cubre también alojamiento para quienes viven en lugares alejados.  

Como los ricos en Finlandia saben que sus hijos irán a un colegio fiscal, porque no hay otros, se aseguran de que la educación pública sea de calidad. Las clases son pequeñas (máximo de 20 estudiantes). Es obligatorio estudiar dos idiomas extranjeros, ciencia, arte, música, cocina y manualidades. Los edificios son tan limpios que los estudiantes dejan sus zapatos afuera.

Cada estudiante puede tomar actividades extracurriculares fuera de la escuela, en centros subsidiados por el Estado (música, ballet, artes plásticas, etc.). Se estimula la lectura por placer y Finlandia es el país que más libros infantiles publica en el mundo. La televisión transmite programas extranjeros solo con subtítulos. Al prohibir el doblaje, los niños se ven obligados a leer en finlandés hasta cuando ven televisión.

La victoria de Trump en Estados Unidos y la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, a más de de los factores económicos y sociales, fueron motivadas por el odio a los extranjeros. En los dos países angloparlantes, los trabajadores han visto el empeoramiento de los servicios públicos, incluida la educación. En Finlandia se vive casi una utopía; por si acaso, resucitó la marca Nokia.

¿Cuál modelo educativo quisiera usted para su país? (O)

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