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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

Diálogo por arriba... ¿y por abajo?

06 de julio de 2017 - 00:00

El presidente Lenín Moreno ha puesto en marcha su promesa electoral: “Abrir el diálogo con todos los actores sociales”. Bien por el cumplimiento de la palabra empeñada, y bien por la democracia (por esta democracia con tantos baches y remiendos). Además, hay que tomar conciencia de que las elecciones presidenciales y parlamentarias del 2 de abril partieron a la sociedad ecuatoriana prácticamente en dos partes cuasi iguales: 52% de los votos para el candidato de PAIS y 48% para el célebre banquero, con todo su programa conservador-neoliberal apenas comprendido por la mayoría de electores de uno y otro lado.

Ubicado en Carondelet, el flamante mandatario inició enseguida su política de diálogos, comenzando por las Cámaras, la banca, las jerarquías eclesiásticas, las cúpulas policiales y militares alcaldes y alcaldesas; en fin, el Ecuador de arriba, que de algún modo estuvo siempre en el poder, salvo los momentos fulgurantes de la Revolución Ciudadana conducida por Rafael Correa. Y claro, cada uno de estos sectores ha concurrido con sus propios criterios y proyectos, entre los cuales -en relación a las Cámaras- se destacan sus sueños delirantes de volver a la época dorada de los decretos antiobreros y la tercerización que permitía a las empresas extranjeras y a los grandes capitalistas criollos burlarse de la estabilidad de los trabajadores y sus derechos a la organización sindical y al Seguro Social.

Es que este poderoso sector pretende desmontar todo el andamiaje legal, constitucional y social creado en el último decenio, tras más de siglo y medio de exclusión, abandono y discrimen. De allí el tono conciliador de los representantes del capital y de los medios que, de una forma u otra, les pertenecen. Bueno, también acaba de escucharse a los dirigentes de la Conaie y otros del sector indígena, varios de los cuales hicieron furibunda campaña contra Lenín Moreno y a favor de Guillermo Lasso. Incluso se le ha dado en comodato dos edificios por cien años, que difícilmente alcanzarán a disfrutarlos los tataranietos de dichos dirigentes. ¿Y el diálogo directo con los de abajo? Como siempre, a la espera.

Así, los pescadores y montuvios de Manabí y de toda la Costa, los barrios pobres de todas las ciudades, comenzando por Quito y Guayaquil; las legiones de desempleados, los estudiantes postergados, los cerca de tres millones de migrantes lanzados al éxodo en todas las direcciones del planeta, con sus familias destrozadas por el feriado bancario, del que se aprovecharon bien muchos empresarios para engordar la panza insaciable de los paraísos fiscales. Y desde luego aquellos 40.000 y más soldados que defendieron la democracia resueltamente, negándose a los afanes golpistas de ciertos mandos que intentaban impedir las elecciones del 2 de abril, o que les ordenaban votar por el banquero.

Claro que el Presidente no puede estar en todas partes, pero la crecida burocracia no siempre laboriosa y las organizaciones de partidarios deberían distribuirse por campos, islas, barriadas populares y más rincones donde sufre y alienta sus esperanzas el Ecuador de abajo. Por lo demás, cuando se trata de los diálogos con los eternos dueños de la vida de los demás, es bueno recordar que no siempre estos son imperativos. Cristo no dialogó con los mercaderes y chulqueros de su tiempo; los echó del templo a latigazos. (O)

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