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Fander Falconí

Desempolvando el Plan Cóndor

28 de septiembre de 2016 - 00:00

Hace 40 años, en el fragor de la batalla contra regímenes progresistas de Latinoamérica, la CIA estableció el Plan Cóndor. La ‘Compañía’ ya había dado el golpe contra de 1973, en Chile, y luego en otros países del Cono Sur. Pero este plan se estableció en 1975, para coordinar y sistematizar la represión contra la cantidad de elementos progresistas en Sudamérica.

De esta manera, se operó contra los pueblos de Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, y también de Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador. Ahora sabemos que el plan para desaparecer izquierdistas del Cono Sur tuvo vínculos con el Ecuador, como se menciona en el documental La muerte de Jaime Roldós, de Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera.

Ahora, no se llama así, pero hay una versión actualizada del plan de 1975. Hoy, sin dejar de utilizar la violencia física, usan con frecuencia el terrorismo económico. Y han puesto de moda los golpes de Estado parlamentarios, como se pudo observar en el caso de Brasil.

A pesar de que hoy los sistemas de justicia y la acción ciudadana dificultan la impunidad, el capitalismo supranacional sigue utilizando la violencia.

Naomi Klein, periodista canadiense, publicó en 2007 el libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Allí argumenta que el neoliberalismo se ha impuesto en muchos países, pese a ser una doctrina antipopular, si no asustando a la gente, aprovechando los desastres. Así se han introducido cambios que afectaban a la mayoría más pobre, aprovechando desastres naturales, guerras y hasta las crisis provocadas por el mismo capitalismo.

La conspiración internacional del capitalismo se comprueba en la calificación que nos dan a los países latinoamericanos desde organismos oficiales del capitalismo, como el FMI, hasta instituciones privadas, cobijadas por la misma bandera, como la publicación periódica The Economist. Ellos dicen con el mayor descaro quién es bueno y quién es malo, sin explicar que hablan de bueno para ellos y malo para ellos. Son cifras de la métrica neoliberal las que se utilizan y los países que no estamos bajo su paraguas, siempre saldremos mal parados en estas, como en el caso de la calificación de riesgo país.

No importa, paradójicamente, que digan que un país está en la miseria, solo porque no sigue los dictados del FMI, cuando se trata de comerciar. Para colmo, irrespetando sus propias reglas del juego, el neoliberalismo tolera la evasión fiscal que desvía recursos a los paraísos fiscales, aumentando la pobreza y la desigualdad. Los neoliberales y hasta ciertos banqueros convertidos en mesías aseguran que los paraísos fiscales protegen a grupos económicos vulnerables de los gobiernos autoritarios; pero esa justificación del delito es otro delito.

Los países del Sur y los movimientos progresistas deben unirse para exigir una nueva métrica de la economía, la justicia social y ambiental, la eliminación internacional de los paraísos fiscales y el respeto a las normas de convivencia pacífica, sin injerencia de las grandes potencias. Del mismo modo, se debe impulsar acuerdos para enfrentar en forma conjunta los embates del capital financiero, y propiciar acuerdos de integración política.

El Encuentro Latinoamericano Progresista (ELAP), que empieza hoy, constituye una gran oportunidad para impulsar estos acuerdos. (O)

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