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El Telégrafo
Fander Falconí

Del paraíso natural al paraíso fiscal

21 de diciembre de 2016 - 00:00

Sin caer en lo idílico (creer posible el retorno absoluto a la naturaleza) ni en lo sarcástico (decir que en el Edén bíblico la serpiente era banquera), hace falta ampliar la concepción decimonónica de la equidad.

La inequidad social proviene de la carencia de empleo de calidad, de la ausencia de oportunidades y de la falta de pago de impuestos (incluyendo los dineros lícitos o ilícitos depositados en paraísos fiscales). Al respecto, sorprende la última pirámide de acumulación global presentada por el Credit Suisse Research Institute (Global Wealth Report, 2016): 0,7% de la población mundial concentra el 45,6% de la riqueza mundial y el 73,2% de la población tiene apenas el 2,4% de la riqueza.

Pero existe otra inequidad, la ambiental.

La depredación del planeta no solo ha robado el presente a la humanidad, también ha hipotecado su futuro. Y no lo han hecho personas que solo querían saciar su hambre, sino una minoría que quiere saciar su codicia. Como la codicia es insaciable, han arruinado los bosques, manglares, océanos, consumiendo en exceso y desperdiciando alimentos, así como trasladando su basura a los países pobres. Estos países no han podido defenderse del desastre ecológico porque los países ricos venden carísima la tecnología para mitigar el cambio climático y porque la quinta columna de los países pobres ha sacado su dinero a los paraísos fiscales, evadiendo impuestos para sus propios pueblos.

Esa destrucción de los paraísos naturales, por una falta de compromiso individual, por pésimas políticas públicas internas y por relaciones políticas desiguales, es difícil de explicar en términos éticos si nos atenemos a la filosofía tradicional. Ha sido necesario que una mujer sabia, del país que nos diera hace siglos al filósofo Benito Espinosa (Baruch Spinoza, en Holanda), mostrara el camino del pensamiento del tercer milenio. La profesora Ingrid Robeyns, quien ostenta la cátedra de Ética Institucional en la Universidad de Utrecht, combina la formación humanista, económica y ecologista que demanda esta tarea. Pero este es un trabajo de equipo y ahora, gracias a la obtención de un premio de dos millones de euros, ella podrá emprender el proyecto de investigación ‘Análisis filosófico de los límites en la distribución de recursos económicos y ecológicos’.

La inequidad en la distribución de la riqueza es significativa, incluyendo el abuso de los recursos ecológicos. Estas circunstancias exigen una nueva visión de la cuestión en términos éticos, incluyendo la moralidad en la distribución de recursos materiales económicos y ecológicos.

¿Debemos optar por poner límites en la distribución de tales recursos? Desde un punto de vista ético, ¿hay límites que jamás deben cruzarse en la apropiación mencionada? ¿Es lícito hablar, individual o colectivamente, de un exceso de contaminación o del uso excesivo de recursos naturales o, lo más polémico, existe tal cosa como demasiada e intolerable riqueza? Sí o no y por qué. Las preguntas que plantea la investigadora holandesa de origen belga son filosóficas y las respuestas que dará su equipo nos harán comprender mejor nuestra propia esencia humana. (O)

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