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El Telégrafo
Xavier Zavala Egas

De tiempos y tiempos

08 de agosto de 2017 - 00:00

Empiezo diciendo que los tiempos del Fiscal General del Estado no son los tiempos que los protagonistas de la coyuntura política exigen o necesitan para sus respectivas aspiraciones. Los tiempos judiciales son propios y específicos, ceñidos al respeto de la legalidad e institucionalidad, así como a los principios del debido proceso. El estado de inocencia de un ciudadano no se desvirtúa por indicios, estos deben judicializarse y convertirse en evidencias que sustenten una acusación o formulación de cargos. En el decurso del respectivo proceso finalmente se verá si afirman una declaración de culpabilidad y responsabilidad penal. Pero estos tiempos no pueden forzarse en beneficio o perjuicio de algún supuesto involucrado, porque, sin perjuicio de la eventual y futura responsabilidad del Fiscal, así como de la validez del proceso ejecutado, el mismo no generaría la veracidad judicial que el país necesita. Insisto, los tiempos del Fiscal son los tiempos de la Constitución y de la ley, de nada o nadie más.

Dicho lo anterior, el presidente Moreno también tiene sus propios tiempos y estos son políticos. Es un gobierno recién en ejercicio, se encuentra en plena estructuración y estableciendo su propio espacio, si para esto requiere empujar y sembrar el estandarte, pues ha debido hacerlo, y de hecho lo está haciendo, lo que resulta completamente normal y adecuado. En mi criterio, no hay un solo hecho que signifique que la propuesta y postura anunciadas desde siempre por Lenín Moreno hayan variado o estén distorsionadas, así como tampoco que haya resignado espacios de poder en beneficio de contradictores al programa de gobierno ganador. Lo que sí es evidente es que no va a existir un gobierno capturado por un partido político, sin que ello signifique traición alguna. Saludable que ocurra en beneficio de la gobernabilidad y de nuestra democracia.

Es evidente el legado de Rafael Correa, indiscutible y por ello justo reconocerlo. Sin embargo, lo que no se puede aspirar es a que, so pretexto de cuidarlo y defenderlo, se trate de disfrazar cualquier falla o transgresión legal de sus exfuncionarios, cubriendo estas con acusaciones de traición a quien los devele o denunciando simple politiquería. Esa no es la posición democráticamente correcta, se debe desear que la institucionalidad siga su marcha fortaleciendo esta y, eso sí, contradiciendo lo ilegal de algún procedimiento o, también, indicios y evidencias forjadas. A su vez, los tiempos de AP, que también son políticos, deberían servir para proteger la marcha de este gobierno, llamando a la unidad de sus líderes. Pero hay que entender que el gobierno de Lenín Moreno, siendo fruto de la votación de su militancia y muchos adherentes más, no es propiedad del movimiento político, es de todos los ecuatorianos que debemos remar en un solo sentido para que el país se fortalezca. No podemos llegar al colmo de la paradoja y decir que la única oposición que Moreno tiene es la de su propio partido.

Los tiempos de Correa no son los tiempos de Moreno. Siempre he dicho que el país necesitaba un Correa. Con errores, excesos y aciertos, estructuró y llevó adelante un gobierno que requería fortaleza y hegemonía en procura de la equidad social. Lo dicho lo he mantenido en calles y plazas y aún lo mantengo. Los tiempos de Moreno son otros, los resultados electorales y el ambiente del país exigían oxígeno, diálogo, apertura, consenso y abrir la mano, lo que no significa ni está significando entreguismo. Los espacios y tiempos de uno y otro son diversos, es cuestión de saberlos ocupar. (O)

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