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Erika Sylva Charvet

De Lenín a Moreno

08 de agosto de 2017 - 00:00

Pocas veces un presidente recién posesionado se enajena de segmentos de su base social de apoyo a la velocidad que lo ha hecho Lenín Moreno, generando en ellos sentimientos quizás irreversibles, como lo podemos advertir en las opiniones emitidas en un diario digital por adherentes a la RC.

En aquel tiempo en el que le ganó a la ultraderecha, ellos(as) lo visualizaron como una expresión de la ‘voluntad de la mayoría’ y un ‘triunfo de la democracia’. Pero, cuando en el discurso de posesión, planteó que cesarían los enlaces ciudadanos y reafirmó su tesis de la mano tendida, ellos(as) argumentaron: “Necesitamos estar… informados”, aconsejándole que “la mano extendida sí, pero cuidando que no se le tomen del codo”. En todo caso le reiteraban: “Vamos juntos, contigo”.

Con la instalación oficial del diálogo, su definición de Lenín como ‘verdadero demócrata’ dio paso a la de ‘dialogador’. Percibían en él cierta ambigüedad que ‘deja más dudas que certezas’, un ‘deseo inocultable de distanciarse’ de Correa, además de dar ‘la impresión de avergonzarse de la década ganada’. Para ellos(as), buscar consensos es una utopía.  Sin embargo, seguían aconsejándole no ceder espacios a la derecha.

Cuando en el marco del diálogo empezó a reunirse con los enemigos de la RC y a tomar decisiones que rompían su continuidad, parecería vislumbrarse un punto de quiebre entre estos(as) ciudadanos(as) y el Presidente. Su denominación pasó de Lenín a Moreno, Neo-Moreno, ‘piadoso de Carondelet’, etc. Detrás de su deseo de diferenciarse percibían ‘inexplicables sentimientos de odio y resentimiento’ y su visión del hombre bueno por el que votaron y del ‘ingenuo’ que parecía ser con el diálogo, sería reemplazada por la imagen del ‘avezado político’, del utilizador, del que actúa ‘en la oscuridad’ y del que se orienta a ‘desbaratar todo lo construido’.

Desde el punto de vista ético y moral, las decisiones en reversa constituirían para ellos(as) una ruptura de valores, como la gratitud y la lealtad, expresadas en juicios crecientemente lapidarios. Este ejercicio incesante de caracterización se apoya en metáforas históricas, como la del caballo de Troya, o bíblicas, como la de Poncio Pilatos y Judas. Metáforas animales como la del cangrejo sirven para ilustrar un temor: el retorno al ‘viejo país’, al ‘caos’, al ‘oscurantismo’ que se buscó exorcizar con la RC. Pese a ello, mantienen sus consejos: “Está en un error”; “está a tiempo de rectificar”. E incluso le suplican: “No nos decepciones, por favor”.  

Empero, los sentimientos de dolor, impotencia, desesperanza, decepción y desconfianza en el Gobierno han sido ya instalados en los corazones de estos(as) simpatizantes de la RC.

¿Es todo esto resultado de una maquinación macabra o de la estulticia política? La historia lo dirá. En todo caso, aparentemente, Lenín Moreno ya no podría pasar a ella como continuador de la RC. Ahora tendría que optar entre ser el primer presidente con discapacidades de Ecuador, o trascender como el instrumento de la contrarrevolución ciudadana. (O)

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