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El Telégrafo
Fander Falconí

De la educación superior al diploma shopping

14 de septiembre de 2016 - 00:00

A veces se acusa a la izquierda de ser ciegamente antiestadounidense. En algunos casos puede darse esa posición. Pero la mayoría de veces son los contrastes increíbles de Estados Unidos los que motivan la crítica. Que el país más rico del mundo carezca de cobertura médica gratuita, por ejemplo, es inaudito; no hablemos de los demás países ricos del mundo. Otra escandalosa contradicción es el sistema educativo. Mientras existen universidades de excelencia, en otros casos la educación superior pública en Estados Unidos parecería dirigida por Trump. Solo parecería, la verdad es que nadie la dirige, excepto las fuerzas ciegas del mercado.

Esto se desprende de un reciente documental (Starving the Beast: The Battle to Disrupt and Reform America’s Public Universities - Haciendo ayunar a la bestia: la batalla para desintegrar y reformar la universidad pública estadounidense) hecho por educadores estadounidenses y reseñado por The Washington Post. Hasta en Texas, donde las universidades públicas reciben un porcentaje de las ganancias petroleras, hay una crisis del sector. La tesis del documental es que el ideal de la educación superior como bien público pretende sustituirse por una visión de la educación superior como mercancía. Esta pretensión tiene el auspicio del capitalismo, por supuesto, pero se presenta como un inocente movimiento pro reforma de estudios y, de paso, reforma de la base presupuestaria. Las autoridades estatales presionan por la reforma, reduciendo presupuestos. Al hacerlo, violan la esencia misma de la educación pública: el acceso universal, en especial para quienes no disponen de medios para estudiar.

¿A qué se debe la crisis educativa de las universidades públicas estadounidenses? Muy poco es atribuible a una mala dirección académica: gran parte se debe a una crisis financiera. Tampoco esta última se puede atribuir a una mala administración. La razón es que, desde 1980 (desde los tiempos de Reagan), empezó a recortarse el aporte estatal a las universidades públicas. ¿Cómo? En Estados Unidos la educación superior pública, que hace unos 35 años recibía 60% de su presupuesto del Estado, hoy en promedio recibe apenas… ¡12%! Un retroceso que tiene otras consecuencias.

La investigación, actividad fundamental en la universidad, también recibe su golpe. Cada vez hay menos recursos para investigación en la educación superior pública de Estados Unidos, porque a duras penas hay para pagar sueldos a los profesores y mantenimiento de la infraestructura. Pero antes la universidad pública investigaba temas de interés general, sin sujetarse solo al lucro. Al haber menos investigación en la universidad pública, la investigación se centra en contenidos comerciales, con auspicio de las grandes empresas privadas.

La trampa final está en la libertad de expresión, aunque suene raro. Mientras las universidades privadas tienen libertad absoluta de dialogar (léase hacer lobby) con los legisladores estadounidenses, es ilegal la misma actividad por parte de las universidades públicas. La concepción del capitalismo salvaje es que si una universidad pública te da un título que te va a dar un buen sueldo, debes pagar por eso, tal como te lo harías en una buena universidad privada. No cabe duda de que la educación superior es un bien público que debe estar al alcance de todos y todas, sin importar los costos. (O)

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