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Jaime Galarza Zavala

Cuatro años con la juventud... ¿o sin...?

25 de mayo de 2017 - 00:00

Entre las promesas de Lenín Moreno durante la reciente campaña electoral, figuró la creación del Ministerio de la Juventud. Este ofrecimiento alentó fuertemente las esperanzas de la joven generación y se constituyó, de hecho, en una de las bases de su histórico triunfo. Había razón para ello: a lo largo de la vida republicana, con excepción del corto tiempo de los dos gobiernos de Eloy Alfaro, la juventud ecuatoriana fue, podría decirse, la última rueda del coche bajo el dominio de la partidocracia.

Carne de cañón en las contiendas electorales, a la hora del triunfo los amos del poder la devolvían a  su eterno  papel de Cenicienta y la mandaban a la cocina, a preparar los manjares para el festín de los de arriba, de la eterna argolla de oligarcas criollos y amos extranjeros, invariablemente provenientes de la Yoni. Y cuando los jóvenes, cansados de tanta postergación e ignominia, levantaron banderas de protesta y rebeldía, allí estuvo siempre lista contra ellos la orden de tirar a matar, como lo dispuso tantas veces el tirano Arroyo del Río (1942/44), el oligarca José Luis Tamayo en el nefasto 15 de noviembre de 1922, el masacrador socialcristiano Camilo Ponce Enríquez, bañado en sangre de pueblo y juventud de Guayaquil, el 2 y 3 de junio de 1959; o los fusilamientos enmascarados de contrainsurgencia durante la corrupta tiranía de ese otro socialcristiano llamado León Febres-Cordero.

Y cuando llegó a la Presidencia un auténtico representante de la juventud, Jaime Roldós Aguilera, fundador de la FESE, presidente de la FEUE de Guayaquil y miembro de URJE, allí estuvo la CIA para asesinarlo el 24 de mayo de 1981, con el beneplácito de la derecha y de esa pseudoizquierda titulada marxista-leninista. Al advenir un nuevo momento histórico con la Revolución Ciudadana bajo el liderazgo de Rafael Correa Delgado, los jóvenes se movilizaron masivamente arrebatados por el poder de la esperanza. Su voto fue determinante para el triunfo. Los logros fueron sumándose unos a otros, principalmente en los campos de la educación, el deporte y la participación en planos importantes del Parlamento y la Administración Pública.

Sin embargo, los condenables casos de corrupción, el burocratismo con sus redes paralizantes y el sectarismo que todo lo rompe y todo lo divide, alejaron en los últimos tiempos a una significativa parte de la juventud, que se dejó seducir por los cantos de sirena del célebre banquero, cuyos capataces mayores trataron de convertirla en fuerza de choque y agresión contra la opción democrática que vino a representar Lenín Moreno. Ahora le toca a él recuperar toda esa energía transformadora de la generación que amanece al nuevo día de la patria.

Y para ello es preciso -entre tantas otras tareas- que el nuevo mandatario cumpla su promesa y funde el Ministerio de la Juventud, una de las bases más efectivas para consolidar la Revolución Ciudadana en los cuatro años venideros. Lo contrario sería dejar que muera la esperanza. (O)

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