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Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Control de inundaciones

13 de abril de 2017 - 00:00

Las afectaciones climáticas han sido, durante largos siglos, uno de los mayores problemas que han debido enfrentar los asentamientos humanos. Inundaciones, tormentas, deslaves, sequías y hambrunas han sido y son parte del complejo panorama de cambios climáticos que afectan a la vida de las gentes y los animales. “Injurias del tiempo” las llamó el escritor peruano Ricardo Palma, como hemos reseñado en otros artículos.

Por suerte, el desarrollo de las ciencias del clima y de las modernas tecnologías constructivas han puesto en manos de la humanidad algunos medios eficaces para refrenar en gran medida los efectos catastróficos de los rigores del clima.

Parte fundamental de ese nuevo arsenal tecnológico radica en la construcción de represas y muros de contención, que detienen la fuerza destructiva de las correntadas, controlan las inundaciones y orientan los cursos de agua en sentido benéfico. Las represas ofrecen varias posibilidades adicionales: permiten producir energía eléctrica, guardar aguas invernales para irrigar los campos en épocas de sequía e incluso emprender cultivos piscícolas.

En el montañoso Ecuador, el sistema de represas nos ha permitido utilizar las aguas de los ríos andinos para producir la mayor parte de nuestra energía eléctrica. Así nacieron las pequeñas y numerosas hidroeléctricas municipales que proveyeron de luz y fuerza al país en la primera mitad del siglo XX.

Más tarde vinieron las grandes centrales hidroeléctricas estatales de Pisayambo (1977), Paute (1983) y Agoyán (1987), que resolvieron en gran medida las necesidades energéticas del país en la segunda mitad del siglo XX, aunque su mala ubicación e interesada administración terminaron por afectar su funcionamiento y sus planes de desarrollo complementario.

Y a eso se sumaron los planes del neoliberalismo criollo, que tuvieron culminación en el gobierno de Sixto Durán-Ballén, cuando se intentó privatizar las hidroeléctricas estatales para beneficiar a grupos oligárquicos privados. En cuanto al control de las inundaciones invernales, el primer esfuerzo fue el proyecto Daule-Peripa, planificado por Cedegé, impulsado por el gobierno popular de Jaime Roldós e inaugurado en 1987, orientado a represar las aguas del río Daule, proveer agua potable a Guayaquil e irrigar zonas de la Costa y la península de Santa Elena.

Fue solo el gobierno de la Revolución Ciudadana el que asumió íntegramente la tarea de planificar el control de las inundaciones y manejo del agua en la región litoral, mediante la construcción de obras hidráulicas, como Bulubulu, Cañar, Naranjal y Chone. A ellas se sumaron obras multipropósito, como Dauvin, San Vicente y Santa Elena, destinadas al control y abastecimiento de agua, al regadío y a la producción eléctrica. Estas obras han servido, en gran medida, para controlar los desbordes de los ríos durante este terrible invierno, que ha sido más fuerte que los fenómenos de El Niño de 1983 y 1997. Empero, todavía se han producido inundaciones causadas por las fuertes lluvias en varios lugares del país.

De otra parte, están planificados y diseñados los nuevos proyectos Río Verde (Esmeraldas), Tumbabiro (Imbabura), Jama-Coaque (Manabí), Pampas de Salasaca (Tungurahua), Tahuín (El Oro) y Puma (Azuay). Empero, la meta de la Secretaría Nacional del Agua es la de construir 170 proyectos multipropósito en un lapso de cuarenta años, para controlar inundaciones, democratizar el abastecimiento de agua a poblaciones y zonas productivas y producir energía limpia. (O)

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