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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

¿Cómo comprar la felicidad?

14 de diciembre de 2017 - 00:00

El dinero y la felicidad son cosas a las que les dedicamos mucho pensamiento, sea para ganarlos o para incrementarlos y por supuesto aparece la frase casi religiosa que el dinero no puede comprar la felicidad, la cual está completamente equivocada. Yo soy un académico en una escuela de negocios y eso es básicamente lo que enseñamos a hacer. Lo que está equivocado no es tratar de comprar bienestar, sino en la forma cómo gastamos para adquirirla.

Se ha probado que quien gana mucho dinero, digamos en la lotería, y cree que su vida se va a transformar en forma fantástica, la realidad es que solo consiguen arruinar sus vidas. Normalmente gastan todo el dinero y se meten en deudas; aparte de que todos sus amigos y conocidos les piden algo de su fortuna. Al final, más deudas y la mayor parte de las amistades se han deteriorado.  Bueno, si eso pasa con las personas, parece que también con los países. Y es probable que quienes han usufructuado de la manera que sea del dinero fácil, tengan que encarar esta misma situación.

De cualquier manera,  se ha investigado que la gente que gasta su dinero en otros, en lugar de en sí mismos, está más feliz. Es decir que si nuestra forma de gastar el dinero es mucho más pro-social que antisocial, alcanzaremos un mejor nivel de felicidad.

De hecho el gastar en nosotros mismos, no hace ninguna diferencia en cuanto a bienestar de largo plazo.  Y tampoco depende de la cantidad de dinero que gastemos en otros; lo cierto es que así gastemos muy poco en otros en lugar de en nosotros mismos, igual nos hace felices. Y este comportamiento se da de la misma forma en países ricos, como en países pobres. Más aún, dentro de los pobres, definitivamente hay más solidaridad que entre los ricos. Y la gente pobre es más feliz compartiendo su pobreza.

Hay una correlación positiva entre la actitud de la gente para donar dinero para obras de caridad y cuán feliz se sienten con sus vidas, lo cual se repite una y otra vez en más de 139 países investigados. Y no solo que son más felices, sino que son más productivos.

Por supuesto que el consumismo moderno nos hace pensar en forma muy egoísta y solo en nuestro propio beneficio. La Navidad se ha transformado no en una forma de compartir (lo cual nos haría muy felices) sino de satisfacer nuestro ego. En todos los contextos que miremos: nuestra vida personal, nuestra relación laboral y aún algo tan trivial como la efectividad en los deportes; podemos ver que gastar en otra gente proporciona un más grande retorno que hacerlo en nosotros mismos. (O)

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