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Gustavo Pérez Ramírez

¿Cesó la horrible noche?

04 de octubre de 2016 - 00:00

Inspirado en la primera estrofa del himno patrio, el presidente Juan Manuel Santos anunció radiante ante el mundo que había cesado la horrible noche de “la violencia que nos ha cubierto con su sombra por más de medio siglo”. Acababa de firmar el acuerdo de paz con las FARC-EP. Gran logro, pero aún ensombrecido por otros conflictos armados y la violencia estatal. Es, sí, una oportunidad excepcional para construir la paz con justicia social de la que depende el futuro del país.

Con la Independencia también cesó la horrible noche de las batallas, pero con el tiempo, las tierras fueron quedando en manos de latifundistas y políticos, y se ha vivido una larga y horrible noche, especialmente desde 1946, por el genocidio tramado contra el pueblo gaitanista al verlo empoderado hacia el poder bajo el liderato de Jorge Eliécer Gaitán. Algún día se inaugurará definitivamente la época en que se ejerza la política sin armas, ni violencia, ni crímenes de lesa humanidad, puesta la mira en el bien común.

A esto apunta el comandante de las FARC, Timochenko, aseverando “que nadie dude que vamos hacia la política sin armas. Preparémonos todos para desarmar las mentes y los corazones. Nosotros vamos a cumplir, y esperamos que el Gobierno cumpla”. Sus palabras, que lucen sinceras, han quedado reforzadas por la petición de  perdón: “En nombre de las FARC-EP, ofrezco sinceramente perdón a todas las víctimas del conflicto, por todo el dolor que hayamos podido causar en esta guerra”.

Hubiéramos querido escuchar de parte del presidente Santos, en nombre del Estado, palabras similares por los falsos positivos y la violencia estatal origen de toda violencia. ¿Cómo ignorar la responsabilidad del presidente Guillermo León Valencia por el manejo prepotente de las luchas campesinas en Marquetalia, que culminó en un absurdo bombardeo, reacio al diálogo que se intentaba entonces.

Asimismo, por su alto valor simbólico, se esperaba que se hubiera organizado en uno de los barrios marginados que pueblan los cinturones de miseria de Cartagena, un acto especial para informar de las soluciones estructurales que se pondrán en marcha para la verdadera paz con justicia social. Timochenko lo dio a entender al saludar en su discurso a “ese pueblo que deseando estar aquí en esta celebración, no pudo hacerlo”, si bien estuvieron presentes las cantaoras de Bojayá, pueblo víctima del enfrentamiento de  las FARC con paramilitares en 2002.

Vamos hacia unos tiempos en los que la transparencia y equidad tendrán que devenir políticamente correctas.

De ahí que enfaticemos lo que con sobrada razón expresó el comandante fariano: “Colombia espera ahora que, gracias a la necesaria disminución del porcentaje del gasto público destinado a la guerra, que deberá traer el fin de la confrontación y el consecuente aumento de la inversión social, nunca jamás, ni en la Guajira, ni en el Chocó, ni en ningún otro espacio del territorio nacional, tengan por qué seguir muriendo niños y niñas de hambre, desnutrición o enfermedades curables”.

Sin tapujos, esto es persistencia de la violencia estatal. (O)

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