Es de rigor desear a todos los lectores de este diario y de esta columna semanal nuestros mejores deseos de tranquilidad y esperanza en este nuevo año de 2017.

Dicen que la alegría en la casa del pobre dura muy poco: así nos pasa, cuando constatamos que la debilidad humana es tan deleznable que no pasa un día, quizás ni una hora o ni un minuto que en el mundo no surja una tremenda información reportando la comisión de un delito de corrupción, en cualquier lugar del planeta.

He tenido la circunstancia de que en mi vida he participado en el descubrimiento o conocimiento y denuncia, de un sinnúmero de hechos delictivos que no pueden dejarse pasar sin elevar una voz de protesta, con el único interés de que se castigue a los autores, cómplices y encubridores de esos atentados en contra de la moral pública. Lastimosamente, sucede que la mala aplicación de la prevención y del castigo a los delincuentes brilla por la ausencia, y se sigue acumulando el desaliento frente a esta dura realidad.

Me tocó vivir el drama de los pequeños productores de banano que fueron víctimas durante décadas, de la explotación por parte de los grandes exportadores de la fruta, a quienes se sometía a una verdadera esclavitud por el maldito mecanismo de los cupos para la compra de ese producto: allí publiqué un libelo titulado “Historia de un Triste Banano”. Más tarde, cuando ejercí la condición de diputado alterno, junto con el compañero Ítalo Ordóñez, denunciamos el famoso atraco al que denominamos “El Lleve de la Perimetral” de Guayaquil (sobre el cual también publiqué un pequeño libro). Quizás por estos antecedentes el presidente Rafael Correa me pidió que acompañe a su gobierno desde  una Secretaría de Estado, con rango ministerial, denominada de la anticorrupción. Allí descubrimos un intento de al que bauticé con el nombre de “Caín”, de beneficiarse con un contrato que ya había sido asignado mediante concurso, a una tercera persona. El propio presidente Rafael Correa nos instruyó a su gabinete para no permitir que este sujeto manchara el buen nombre del régimen de Alianza País. Gracias a la inteligencia jurídica de nuestro asesor, el doctor Camilo Mena, pudimos sugerir que se declare unilateralmente terminados los contratos que, más temprano que tarde, iba a manchar el buen nombre del presidente Correa.

También tuvimos la oportunidad de descubrir y denunciar al Presidente, con el entonces ministro Jorge Glas, el incumplimiento del contrato (suscrito por un anterior gobierno) para la construcción de la presa de captación de agua para convertirla en energía eléctrica del sector de “San Francisco”, delito cometido por la empresa brasilera Odebrecht, la que terminó siendo expulsada del país. En días pasados la justicia norteamericana ha descubierto y denunciado una inmensa cantidad de atracos cometidos por esta firma brasilera, en su propio país y en muchos otros de varios continentes, incluyendo al Ecuador, una cantidad imprecisable de atracos de similar naturaleza.

Esta denuncia llega en un minuto crucial para el destino del pueblo ecuatoriano, en circunstancias en que se inicia formalmente la campaña electoral para designar al sucesor del presidente Correa, persona intachable por la que ponemos las manos y el cuerpo entero, maltrecho y todo, al fuego, para testimoniar su idoneidad y honradez.

¡Que se haga la luz y veremos las manos de quiénes están manchadas! (O)