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El Telégrafo
Fernando Buen Abad D.*

Columnista invitado

Bolsas de Valores y bolsas de mentiras

25 de octubre de 2017 - 00:00

Dicen que operan guiados por cierta ‘sensibilidad’ de mercado y dicen que son el alma de lo que ellos llaman ‘economía’ (es decir del secuestro de la riqueza que, en realidad, pertenece a la clase trabajadora). Dicen -ellos- (inversionistas y publicistas) que debemos creerles sus dichos y sus hechos como si fuesen voces confiables, como si fuesen ‘buenos muchachos’. Son los autores de los fraudes más escandalosos y de los ‘salvatajes’ gubernamentales más vergonzosos, las ‘bolsas de valores’ y las ‘agencias de publicidad’ (con sus aliados en las ‘agencias de información’; los monopolios mediáticos y las industrias bélicas) despliegan su plumaje de poder, dueños de todos los colores de la corrupción, la impunidad y la impudicia. Bajo el manto protector del gobierno de los empresarios.

Se robaron sumas de dinero estratosféricas, desfalcaron a los gobiernos serviles, siempre listos a garantizar el rol del Estado oligarca como policía de la propiedad privada más sucia (¿recuerdas, Obama?). Gobiernos que compraron, bancos, deudas y todo tipo de canalladas e inmoralidades para proteger a quienes manejan el mercado y a sus jefes. Les pagaron seguros, retiros y todo tipo de ‘paracaídas’ pactados como garantía de tranquilidad a la hora de fugar capitales y disfrazar el saqueo. Mientras tanto, el circo mediático oligarca fabricó los blindajes más inimaginables para dejar a salvo a los delincuentes millonarios conocidos y ‘desconocidos’.     

Su desfachatez, disfrazada de hipotecas basura, produjo un colapso de avaricia que ha dejado huellas hasta hoy maquilladas por la mano mediática del poder financiero y de la industria militar. Hicieron todo tipo bajezas para comprar el desastre a cualquier precio, no importa si fue Bank of America, Barclays, o quien fuese. La orden fue salvar a los ricos a cualquier costo, literalmente. Eso lo han pagado los pueblos, y con creces. Y todo esto ocurrió mientras hacían (¡también!) negocio de la propia ‘crisis’ los expertos de Wall Street, sus secuaces mediáticos y la Reserva Federal yanqui que puso sin ruborizarse $ 12,6 billones para ‘estabilizar’ al mercado. Eso es el 80% del PIB en 2007. Las consecuencias siguen presentes.

Entre las bolsas de valores y las bolsas de mentiras fluye una complicidad signada por intereses muy concretos paridos por  negocios traumáticos de los multimedia, para blindar, esterilizar e inmunizar las atrocidades perpetradas por el capitalismo y los muy neoconservadores comerciantes y banqueros coautores de las fechorías de 2008.

Son, en suma, el mayor estafador del mundo cómplices de la ingeniería semántica que practica la maquinaria de publicistas y propagandistas, desde Lehman Brothers, que detonó el tsunami financiero global y saqueó $ 400 mil millones a Israel, días antes de su quiebra. Las consecuencias siguen siendo terribles.

Esto depreda la vida de los seres humanos y del planeta para beneficiar los intereses patrimoniales imperiales. No nos cansemos de decirlo con mil maneras cada día más creativas. La base es una guerra económica y una guerra mediática que debe hacerse comprensible para desnudar a los encubridores del sionismo financiero y la cruda realidad de la explotación y el saqueo. No hay otro camino que escudriñar todas las pistas, sin dejar espacio impune, por más dolorosas que nos resulte ver, incluso nuestras debilidades, negligencias y cegueras. No sostengamos una lucha a ciegas y huérfanos de método. (O)

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