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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Bob Dylan

21 de octubre de 2016 - 00:00

Bob Dylan, nacido con el nombre de Robert Allen Zimmerman, ha recibido el premio Nobel de Literatura al cumplirse 55 años de vida artística. El insigne creador de nuevos caminos poéticos -la mayoría de los cuales fueron vertidos en muchas de sus mil canciones- ha sido galardonado con el premio fundamental con el que la Academia sueca reconoce y rinde homenaje a hombres y mujeres del mundo cuya obra fue y es un aporte a la cultura del orbe y fruto de su eximio talento.

Dylan, nacido en 1941, un 24 de mayo, de ascendencia judía por parte de padres y abuelos, formó filas en una generación cuya génesis se encuentra entre el principio y el fin de la Segunda Guerra Mundial y que en su momento se involucró al calor de las reivindicaciones sociales y políticas, que sacudieron a EE.UU. entre las décadas del sesenta y setenta, en la búsqueda de la paz en el planeta y el término de la segregación y discriminación en EE.UU., con la aprobación de la Ley de Derechos Civiles para todas las minorías. En la histórica marcha sobre Washington, en 1963 en la que Martin Luther King pronunció el discurso sobre la paz, el trabajo y la libertad, conocido como  ‘Tengo un sueño’, Bob cantó sus melodías junto a otros importantes artistas, como Joan Báez y Harry Belafonte, en tiempos de gran agitación popular y de asesinatos de origen racial.

A pesar de su bien ganada fama, él es una persona desprovista del culto hedonista de la vanidad y de sus itinerarios de falacias y oropel. Identificado con los intereses de los pobres y desposeídos de Norteamérica. Nunca ha abandonado sus formas existenciales, de la que es segmento importante su aspecto físico, con una cabellera que recuerda la de Albert Einstein. Su indumentaria, tanto en los escenarios como en la cotidianidad, expresan su actitud ante la vida, que lo hizo abandonar la religión hebrea y convertirse al cristianismo con ácidas críticas del lobby israelí- estadounidense y que algunos interpretaron como protesta por las agresiones del Estado sionista al pueblo palestino.

En aquellos lustros luminosos transidos de ilusión y búsqueda de la justicia social, con su peculiar y valiosa ideología artística de creación musical, graba su primer álbum en Columbia Records, en 1962. La lucha por sobrevivir, en el medio hostil de  compañías disqueras y de difusión, lo obliga a transitar otros panoramas artísticos como crooner en escenarios de teatros y universidades donde es aclamado. Incursiona en el cine, al principio como autor de las bandas sonoras de filmes como El precio del fracaso en 1970, dirigida por Sidney J. Furie. Rueda su primera película, como director en 1975, titulada Renaldo y Clara, de connotaciones autobiográficas, que es un esbozo fílmico de lo que será su libro de memorias Chronicles volume one, publicado en 2004.

En 1978, el famoso realizador Martin Scorsese filma el documental El último vals, donde Dylan tiene protagonismo. Ha recibido grandes reconocimientos de relevancia mundial, como el premio Príncipe de Asturias, de España; la medalla al mérito del Congreso de  Estados Unidos de América y el premio Nobel de Literatura 2016, sin duda merecido y que abre nuevos horizontes de notoriedad al arte y sus cultores. El galardón que lleva el nombre del inventor de los explosivos, que tantas víctimas causó y causa en las confrontaciones bélicas de la humanidad, está en buenas manos. (O)

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