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El Telégrafo
Padre Pedro Pierre

Ay, familia: despertemos

25 de octubre de 2017 - 00:00

Los distintos medios de comunicación nos están dando de la familia una imagen bastante catastrófica. De hecho, la realidad es bastante penosa. Dos parejas sobre tres se separan o divorcian. El promedio de abusos sexuales en niñas y niños es grande y, escandalosamente, proviene mayoritariamente de los mismos familiares. El acoso sexual es bastante generalizado por la deformación machista de los varones: un atraso cultural bastante vergonzoso.

El embarazo precoz proviene grandemente de la falta de diálogo en la familia y de una educación sexual seria en las escuelas y colegios. La venta de droga en la calle y de manera cercana a las instituciones educativas es obra de los mismos adultos del lugar, que se olvidan de que son padres de familia. Las telenovelas, las chismografías televisivas y los shows bailables se acercan a la pornografía más descarada. Un adulto sobre dos no encuentra trabajo asalariado, sino que sobrevive gracias a ventas informales… y la ociosidad es la madre de todos los vicios.

En esta situación desgarradora donde campea la irresponsabilidad, ¿cómo pueden crecer sana y responsablemente, nuestros niños y jóvenes? ¿Qué herencia dejamos a la generación que viene? Todos estamos envueltos en el problema: todos tenemos que involucrarnos en la solución para cambiar lo que sí podemos cambiar. Esta nueva manera de ser y convivir no la van a crear las leyes ni los jueces o policías, peor las manifestaciones callejeras con eslóganes hirientes y contenidos dudosos.

Nuestro entorno cambia por nuestra transformación personal, el respeto de cada persona, la decisión de las parejas, la responsabilidad de los padres, la coherencia de nuestras acciones con un ideal de vida que busca dignidad personal, ternura y amor en las relaciones familiares, fraternidad entre las personas, justicia y honestidad, participación política, economía equitativa. Es un cambio de vida y de sociedad que necesitamos todos que no podemos dejarlo ‘a la buena de Dios’, es decir, a la irresponsabilidad, porque Dios no hace las cosas sin nosotros y nosotras.

¿Por dónde comenzar? Hay que empezar ahora y por nosotros. En ese camino no hay perdedores. Convenzámonos primero que en nuestras casas y familias podemos vivir mucho mejor, porque este espacio es nuestro y allí decidimos cómo actuar. Luego es muy necesario amarnos, aceptarnos, valorarnos, reconocer que somos importantes y capaces de grandes cosas si cuidamos los detalles de nuestro vivir individual y convivir colectivo. En fin, pongámonos metas suficientemente altas y empeñémonos a batallar para alcanzarlas poco a poco… pero organizadamente. La organización es la fuerza de la vida y de la convivencia humana. Solo juntos podemos salir adelante.

Ecuador es lo que lo hacemos. Dejemos de echar la culpa a otros de ayer y de hoy. Pongámonos a construir juntos la sociedad que queremos en los distintos lugares donde nos desenvolvemos. Cada vez más personas lo dicen: “¡Pongámonos de pie, enfrentemos las dificultades y superémonos a nosotros mismos!”. (O)

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