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El Telégrafo
Xavier Lasso

Asesinato social

14 de noviembre de 2017 - 00:00

Al final, el Fiscal General del Estado ha añadido más confusión al tema Odebrecht y, consecuentemente, a la percepción que hemos venido construyendo alrededor de la figura de Jorge Glas.

No imputar a los brasileños resulta muy desconcertante, difícil de entender. La técnica jurídica se vuelve entonces recurso críptico, metalenguaje que también pretende esconder las razones políticas, pero no las de la alta política, esa que se supone nos anima a servir a los demás, sino la pequeñita, que se va labrando, hasta vergonzosamente, en los meandros del poder, que no tiene proyecto definido, en donde lo personal siempre estará por encima de lo social. El fiscal, que de política decía saber mucho, al menos de ella hablaba mucho, no podrá escapar al análisis que desde ahí le podemos hacer.

La percepción sobre Glas ha sido una cuestión más bien mediática. Desde el ataque del supuesto plagio de su tesis de ingeniero, en donde su propia alma mater desestimó las denuncias (nunca se escuchó a medio alguno ofrecer disculpas por el grave sesgo) hasta la fecha, estos ataques no han cejado. Glas nunca fue cualquiera en el proyecto de la Revolución Ciudadana. Su preponderante posición en los sectores estratégicos afectó a muchos intereses. Al tiempo que ayudaba a cambiar la matriz energética, del déficit eléctrico pasamos a tener seguridad y camino a convertirnos en exportadores de electricidad, Glas también se consideró experto en el tema de telecomunicaciones y cuando en sus manos estuvo la decisión política de proveer internet a la mayoría de los ecuatorianos, dejamos atrás el cierto analfabetismo que en esa materia padecíamos.

Glas lució siempre de camisa remangada y botas, su estructura de ingeniero le hizo pensar que la política era fundamentalmente eso: construir redes, electricidad, internet, carreteras, refinerías, puertos, represas y tantas otras cosas que debían permitirnos cambiar las matrices productivas hasta alcanzar lo que esos técnicos, Glas ahí incluido, llamaron competitividad sistémica.

Y ahora: ¿cómo vamos a hacer para honestamente saber qué pasó? Tanto han dicho los medios, tanto el fiscal, tanto ciertos jueces, tanto que mucho parece ruido. A Jorge Glas se lo ha asesinado política y socialmente, mientras la sociedad ecuatoriana, en este tema, se ha ido quedando en tinieblas. Los 14 millones, el 1,3% de coimas, las grabaciones, deberían ser pruebas nítidas de la supuesta trama corrupta de Glas, y no solo reiteradas acusaciones para erigirlo en el blanco principal del odio, cuyos humores pretender llegar hasta Rafael Correa.

Tengo la impresión de que desde hace buen tiempo estamos marchando en el mismo terreno, como hundiéndonos, embarrándonos y embarrando todo, porque la verdadera justicia ha quedado escondida. (O) et

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