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Juan J. Paz y Miño C.

Aquella Navidad heroica de 1808

26 de diciembre de 2016 - 00:00

La Navidad de 1808 en Quito es un acontecimiento sobre el cual cabe hacer algunos recuerdos.

En efecto, con motivo de prepararla, se reunía un grupo de patriotas en la hacienda de Chillo, propiedad de Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre. Pero el fondo del asunto tuvo que ver con otra motivación: la necesidad de confabular para la constitución de una Junta de Gobierno, que desconociera a las autoridades reales en la Audiencia de Quito y asumiera el control del Estado en nombre y representación del Rey, detenido y preso a raíz de la invasión de Napoleón a España.

Era el primer acto con el que se inauguraba el proceso de la independencia del actual Ecuador, el mismo que se prolongó hasta el 24 de mayo de 1822, cuando el antiguo país quitense alcanzó su definitiva independencia en la Batalla del Pichincha.

En general, los hechos de aquella gesta suelen ser repetidos y citados. Pero no siempre se ha trazado una clara orientación sobre los mismos. Porque el proceso de la independencia no tuvo un solo y lineal comportamiento. De hecho, en diciembre de 1808, predominó la aristocracia quiteña y la confabulación se iniciaba de la mano de una élite. Progresivamente, el movimiento atrajo a ilustrados quiteños, entre quienes hubo algunos claramente independentistas, aunque predominaban los autonomistas, todavía fieles al Rey. Por eso, la revolución del 10 de Agosto de 1809, que instaló la primera Junta Suprema en Quito, ya reflejó las diferencias internas entre los patriotas; y aunque en el Acta no se menciona la palabra independencia, todos los hechos que la rodean dan cuenta de que arrancaba una nueva fase del proceso emancipador, que en el camino fue radicalizándose, en virtud de que, de inmediato, el pueblo de Quito, la gente de sus barrios, se unió a los propósitos de la Junta y la apoyó.

A partir del 2 de agosto de 1810, cuando los patriotas quiteños fueron asesinados en el Cuartel Real y, además, igualmente fueron masacrados centenares de quiteños que se habían volcado a las calles para defender su autonomía, la ciudad capital se definió por la independencia. Eso explica que en la reunión de los diputados del primer Congreso Constituyente de 1811 se proclamara (también en diciembre) la independencia frente al Consejo de la Regencia de España y que el 15 de febrero de 1812 se votara la primera Constitución que estableció el Estado de Quito, con estructura republicana y gobierno propio, de modo que la tibia declaración de fidelidad al Rey que recogió uno de sus artículos, en nada alteró el proyecto revolucionario para un Estado criollo, que fue defendido por las armas hasta la derrota al finalizar el año.

La independencia fue un logro histórico: rompió con el colonialismo, al iniciarse la era capitalista. Ese es su mérito y un motivo de orgullo en toda nuestra América Latina. Y no fue un proceso aislado del pueblo, por más que tuvo la conducción de una élite ilustrada. En los nuevos Estados que nacieron en la región quedó pendiente la reforma social, que no llegó por la implantación del sistema oligárquico. (O)

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