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Pabel Muñoz

Ahora preguntamos nosotros

25 de septiembre de 2016 - 00:00

En etapas preelectorales, las encuestas se toman las primeras planas y los titulares de los medios de comunicación. ¿Pero sobre qué fundamentos y bajo qué reglas técnicas trabajan?

Las encuestas son instrumentos modernos y legítimos de investigación de las ciencias sociales. Hay quienes, de manera coloquial, las definen como “una fotografía borrosa de la realidad”. Son una muestra en un contexto social y temporal específico, con deficiencias e inexactitudes. Sin embargo, hemos sido testigos de una magnificación de sus errores y su poca capacidad para anunciar las tendencias sociales. Desde el último referéndum en el Reino Unido hasta las elecciones en Argentina y España, las encuestas han sido centro de críticas sobre su veracidad, rigurosidad y/o manipulación.

Estas dudas pueden estar asociadas a elementos técnicos y metodológicos, o a criterios de orden político. Clara muestra de ello es lo acontecido en el país en los últimos meses.

El pasado julio, la firma Cedatos publicó unos resultados en los que el candidato Guillermo Lasso estaba primero en 3 escenarios electorales diseñados por esta encuestadora. Dado que eran cifras atípicas, no compartidas por otras empresas, envié una carta a Cedatos solicitando mayores detalles. Para sustentar mi preocupación utilizo dos ejemplos. El primero se refiere a la aprobación de la gestión del presidente Correa. A la fecha de hoy puedo considerar 8 estudios de opinión pública, 7 nacionales (3 de Perfiles de Opinión, 2 de CIEES, 1 de Informe Confidencial y 1 de Cedatos) y 1 internacional (Mitofsky), entre junio y septiembre de 2016.

En 7 de los 8 estudios se impone la aprobación positiva de la gestión del Presidente de la República en niveles que van del 58% al 63%. La firma Mitofsky, en agosto pasado, lo ubica nuevamente entre los tres presidentes de mayor aprobación en el continente (61%). Sin embargo, la excepción es Cedatos que registra una calificación positiva del 39% a julio de este año. La pregunta realizada a la firma, entonces, es obvia: ¿por qué hay y cómo se explica una diferencia tan grande?

El segundo ejemplo son los escenarios electorales. Analizo 20 escenarios generados por 4 firmas consultoras nacionales entre junio y septiembre de este año (Perfiles de Opinión en julio, agosto y septiembre, siempre con alrededor de 900 casos para Quito, Guayaquil y Cuenca; CIEES con 2 estudios de alcance nacional, 8.400 casos en junio y 4.860 en septiembre; Informe Confidencial con 1.280 casos en junio y validez urbana y rural en Costa y Sierra; y Cedatos con 2.120 casos levantados en 32 localidades y 15 cabeceras cantonales, con representatividad urbana y rural para Sierra, Costa y Amazonía).

Más allá de las obvias diferencias metodológicas entre tamaños de muestra, niveles de representatividad o márgenes de error, lo cierto es que de un total de 20 escenarios, solo en 3 escenarios producidos por Cedatos aparece como primera opción el candidato Guillermo Lasso. En los 17 escenarios restantes resultan ganadores los líderes de Alianza PAIS: Rafael Correa, Lenín Moreno o Jorge Glas. En uno de estos escenarios la diferencia llega a 38 puntos porcentuales de Lenín Moreno sobre Lasso (Perfiles de Opinión, 30 de julio–1 de agosto 2016). Por lo tanto, la segunda pregunta fue ¿qué explica que solo la firma Cedatos muestre como primera opción a Guillermo Lasso en 3 de 20 escenarios electorales estudiados por 4 firmas encuestadoras?

En una esquiva respuesta a la carta referida, el principal de Cedatos demuestra su falta de voluntad por esclarecer y poner en análisis su información y sus procedimientos metodológicos. Bajo una estrategia evasiva, Cedatos reconduce la responsabilidad al remitente de la carta y plantea un conjunto de nuevas preguntas. Lejos de sostener y debatir sobre los elementos de su trabajo, prefiere adoptar una posición cuasiprepotente y con ello aumentar la opacidad de sus resultados o la inquietud sobre lo acomodado de sus escenarios.

Ello ratifica la idea de que no se puede dejar un tema sensible y de incidencia pública, solo en la buena voluntad de las encuestadoras. Cuando los estudios de opinión inciden en el ámbito de lo público, se deben extremar precauciones metodológicas y transparentar la mayoría de procedimientos utilizados; caso contrario, se pone un velo y se deteriora el debate, pero, lo más importante, se generan percepciones equivocadas en la ciudadanía.

Por ello, le corresponde al máximo órgano en materia electoral, velar por la transparencia en la obtención y procesamiento de datos y de información en los procesos preelectorales y electorales. Esto es medular en una democracia amplia y moderna, de ahí que una reglamentación técnica sea indispensable como ya ocurre en Argentina, Brasil, Colombia, Francia, Portugal o Perú.

Contar con reglas y protocolos dará mayor calidad a la información que se difunde en los medios de comunicación, promoverá un debate de altura entre los sectores interesados y las fuerzas políticas, y brindará a la ciudadanía un enfoque adecuado sobre las preferencias electorales. El escenario contrario es perjudicial para las propias firmas encuestadoras, pues alimenta cierta opinión ciudadana que ve a las encuestas como estudios acomodados que responden a los intereses de sus financistas o de quienes las contratan. Estoy seguro de que la gran mayoría de encuestadoras no tendrán problema de colaborar con un trabajo abierto de reglamentación técnica y claros protocolos; sin embargo, a quienes evaden ese desafío asumiéndose como los únicos que pueden consultar, les decimos: ¡No! Ahora preguntamos nosotros. (O)

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