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Ilitch Verduga Vélez

A la victoria

17 de febrero de 2017 - 00:00

Las elecciones del próximo domingo serán la prueba mayor del electorado ecuatoriano en la década ganada. Mostrarán el grado de madurez de un pueblo que se ha hecho digno de ser libre. Aunque la ‘máquina de fango’ -léase prensa mercantilista- durante diez años intentó ocultar las transformaciones logradas, fundamentales todas ellas, en lo material, institucional espiritual, realizadas por el gobierno del presidente Rafael Correa.

No lograron esconderlas. Por cierto, no fue tarea fácil; eliminar el derrotismo, creado por la crisis bancaria, las tropelías del populismo mendaz -que en estos momentos aparece como recadero vil de la oligarquía-, los embustes cotidianos, financiados desde otras tierras por banqueros prófugos, reproducidos sin rubor, por unos cuantos bellacos; también las trabas generadas por derrotistas trepados en el carro del régimen, algunos de los cuales están todavía.

Obstáculos que no impidieron trocar el proyecto político, que es realidad luminosa. Ahora, en el proceso electoral que vivimos nuevamente, afrontamos el accionar corrupto de sempiternos políticos, sus imposturas, también alegatos infamantes de grupúsculos, mandados por lunáticos, comprados por treinta monedas. Empero, el verbo-acción, el espíritu ético en el accionar de la Revolución Ciudadana, son logros, sustanciales, humanos, tangibles. Estamos seguros, tendrá reacción positiva en estos comicios. La satisfacción social es innegable. La multitud no olvida la obra realizada a favor de los pobres. El estilo directo y respetuoso de Lenín Moreno, enfrentando la retórica vitriólica de una oposición irresponsable, con una carga infinita de eufemismo burdo que raya en lo irracional, distorsiona las conductas del conglomerado, por la incompatibilidad de los ofrecimientos de aquellos pretendientes que están conscientes de que sus discursos son solo promesas burlonas; absurdos esenciales para el ejercicio demagógico.

Mentiras, infamias, calumnias, que con toda ligereza afirman, completan la estrategia del odio, del miedo para enfrentar la limpieza de procedimientos, las ejecutorias de Lenín. Lo menguado de las actuaciones de los aspirantes  de la vieja partidocracia, los novatos con ancestro paranoico,  en entrevistas de TV,  diarios,  debates, en redes sociales, comprueban que tienen el mismo libreto, el similar memorial de agravios contra los pueblos de Latinoamérica, ya utilizados por el neoliberalismo en Argentina.

Extrapolada ahora para las votaciones del domingo 19, en Ecuador, la santa alianza en contra del gobierno del presidente Correa, que cobija a la mayoría de postulantes presidenciales, sabe que no podrá ganar, ni por activa ni por pasiva; la presencia en el evento de algunos de ellos es para quitarle votos al candidato revolucionario. La aparente división de la derecha política con la derecha económica es temporal, siempre estarán unidas; su ruptura por mezquinas ambiciones, personalismos, equivale a fuegos artificiales. Ellas están convencidas de que, en una hipotética segunda vuelta, todos sufragarán por el solicitante segundón. Qué equivocados están en sus cálculos sesgados. El pueblo dirá la última palabra. Así nuevamente retornarán a la realidad de sus broncas intestinas, muestras fehacientes de graves frustraciones personales ventiladas públicamente en órganos periodísticos.

Unos cuantos ‘vivos útiles’, otros inútiles, entusiasmados con un pensamiento iluso: tomar el poder legislativo, intuyendo el fracaso en las elecciones presidenciales de sus propios postulantes. Para lo cual piensan  unir tirios, troyanos, la mezcla del agua y aceite, los partos de los montes. La búsqueda de mando en una función del Estado para entrampar al Ejecutivo, fatigarlo, obligarlo, dominarlo, esa es su entelequia. No saben qué buscan, ni siquiera si tendrán éxito eleccionario. Solo escritos de ‘tontos graves’, en hartazgo del poderío fáctico, en los medios, animándolos; y mafiosos cobardemente agrediendo a ciudadanos, seguros de la impunidad del anonimato. No obstante, enfrentar, como dijo Lenín, “lo peor de la historia” es acicate. La victoria del binomio Moreno-Glas es el triunfo de la patria nueva. (O)

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