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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

10 años de Revolución Ciudadana

16 de enero de 2017 - 00:00

Son contados los casos de transformaciones profundas en Ecuador. Son raros los grandes procesos vividos en paz, sin violencia. Esta década, sin duda, pasa a la historia como un cambio de época donde se modificaron las relaciones de poder. Donde un proyecto político aglutinador se ha caracterizado por querer y cambiar las estructuras más perversas que han sometido al país a grupos de poder con mentalidad hacendataria. Claro que no ha sido un proceso perfecto. Claro que hay temas pendientes. Pero eso no puede ser la negación de lo logrado para las mayorías, para todos. En el contexto de una campaña electoral, es relevante, no solo pensar en lo que era Ecuador antes de 2007 o lo que es el Ecuador de está década, sino, y quizás, lo más importante es pensar, sentir lo que Ecuador es en este presente. El país tiene las condiciones para hacer realidad su salida del subdesarrollo. Esto pasa por distintos ejes: mantener las transformaciones, las políticas de Estado estructurales. El país no puede jugar con su presente como en un casino. Ciertos sectores de la clase política juegan a apostar al desarme, ya no de un gobierno y sus políticas, sino al desarme del bienestar alcanzado. No tener la madurez social puede costar muy caro. Basta ver el caso de Argentina para caer en el espanto de la tozudez de un neoliberalismo que reniega de los trabajadores, de la clase media, y le apuesta al retorno del Estado mínimo y de la fantasía del mercado libre, como del capitalismo inversor. Argentina se descalabra. Esta década, también, ha servido para desvelar el rol de los medios de comunicación. Salir de la fantasía de la objetividad y la imparcialidad. Ya nadie cree en eso. Hoy es claro que es una disputa y seguirá siéndola mientras se quiera ejercer monopólicamente la producción, distribución y consumo de información… La corrupción es un mal endémico mundial, producto del propio capitalismo que se nutre de él. Que distorsiona lo público y lo privado. Corrompiendo el patrimonio social. Toda forma de corrupción debe ser castigada severamente en el marco de la ley. La corrupción es un mecanismo de transmisión de fuerzas ejecutadas por actores privados, así ocupen en un momento sitios públicos. La corrupción ha sido parte de la dinámica de desarrollo del capital y el capitalismo. Instituciones, incluso, como el de la Iglesia católica se han visto manchadas por este mal emparentado con la banca. Tanto lo logrado como lo fallido en esta década dan cuenta de un proceso humano, social, con contradicciones, con dolores y profundas alegrías, simplemente porque ha sido expresión del ecuatoriano común y corriente. Del ecuatoriano popular, de clase media que lucha por vivir bien y hacer el bien común. 10 años de Revolución Ciudadana han marcado un antes y un después en la historia de Ecuador. Que esa marca nos sirva para romper los cercos mediáticos, emocionales, las presiones consumistas y dar el salto cualitativo, que no solamente podemos, sino que nos merecemos como sociedad. La erradicación de la pobreza no es negociable, como tampoco el deber ciudadano de ser responsables de asumir los nuevos cambios que el país exige. Entiéndase que una década no basta para salir de la pobreza y el subdesarrollo. El pacto social por el cambio debe profundizarse para que no fracase esta generación ni la que viene. (O)

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