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El Telégrafo
Ramiro Díez

Historias de la vida y del ajedrez

Cuidado con las niñas. Podrían matarlo

29 de septiembre de 2016 - 00:00

Nunca se sabe. Lo que se dice en casa, como un comentario más, podría definir nuestras vidas. Inclusive nuestras muertes.

Richard Klement, un alemán, trabajaba en Buenos Aires como técnico en la Mercedes Benz. Nicolás, su pequeño hijo, era amigo de una niña judía, vecina, que solía visitarlos. La niña le contaba a su padre, que era un judío ciego, todo lo que veía en la casa de los Klement. El hombre entró en sospechas y le pidió a la hija que fuera con más frecuencia, que le contara todos los detalles. La conclusión que sacó el invidente era que Klement, el vecino, era Adolf Eichmann, gran orquestador del Holocausto, con sus millones de víctimas.

Aquel judío ciego lo comunicó al Mossad, el servicio de inteligencia de Israel. Enseguida llegaron a Buenos Aires espías que siguieron durante días al sospechoso de costumbres rutinarias.  Y lo confirmaron: decenas de fotos tomadas en forma furtiva, demostraron que era el criminal de guerra. Enseguida, desde Israel, se desplazó otro grupo de “Nokmin”, es decir, de vengadores.

Una noche simularon la avería de un auto justo en el lugar donde Eichmann descendía del autobús para llegar a su casa. Al bajar del colectivo lo inmovilizaron, lo subieron a empellones al auto, y lo escondieron amarrado durante días en un apartamento alquilado, mientras desde Israel llegaba un avión de la aerolínea El Al hasta el aeropuerto de Ezeiza.  Después, en el momento de abordaje, apareció un mecánico de aviación, borracho, ayudado por varios amigos que lo subieron al avión y se sentaron todos en primera clase. Era Eichmann , totalmente drogado por el Mossad, rumbo a  Israel. Allí  fue juzgado.

Eichmann había llegado a Argentina, como muchos otros nazis, con documentos falsos gracias a la ayuda del obispo Católico, Alois Hudal, que les facilitó la llamada “Línea de Fuga”. En Argentina había sido vendedor de jugos y luego técnico en la industria automotriz y vivía en un sector pobre, de calles sin asfalto,  cuando lo secuestraron.

«Lo más inquietante es que Eichmann no era un monstruo, sino un ser humano, como usted, como yo», dijo Peter Malkin, el agente que detuvo a Eichmann. El mismo Eichmann también lo dijo: “Solo cumplí órdenes. Me juzgan por mi obediencia. ¿Qué podía hacer? Desobedecer era condenar a muerte a toda mi familia. Estoy listo.” Y al subir al cadalso gritó: “Larga vida a Alemania, a Austria, a Argentina.” Y rechazó la capucha en el momento de ser ahorcado.

En ajedrez también sucede. Figuras poderosas, escondidas y seguras, se pierden de un solo golpe:

                                                       1:Cb5 y la dama no tiene escapatoria

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