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HOMENAJE

La virtud del magisterio: Luis Ramiro Beltrán Salmón

La virtud del magisterio: Luis Ramiro Beltrán Salmón
07 de septiembre de 2015 - 00:00 - Francisco Sierra Caballero, Director de Ciespal

Este discurso fue pronunciado el 23 de septiembre de 2014 en La Paz, Bolivia, durante el acto de entrega de la Medalla de Oro de Ciespal, el más alto reconocimiento de la institución, al comunicólogo boliviano Luis Ramiro Beltrán Salmón, fallecido el 11 de julio de 2015. Lo reproducimos en su memoria.

Si la autoría constituye una función pública de articulación de espacios, de recuerdos, omisiones, momentos incidentales y pura contingencia, la vida y obra de Luis Ramiro Beltrán es, sin lugar a dudas, la más prolífica y creativa del continente americano pues, desde siempre, ha sido proclive a ir trenzando constelaciones de patrimonio simbólico para el acuerdo o la controversia, que han marcado un antes y un después en la comunicología latinoamericana.

Ciespal reconoce en él no solo a un pionero de la Escuela Latinoamericana de Comunicación, sino a un pensador incómodo e intempestivo, que supo despejar el horizonte intelectual del pensamiento emancipatorio, disolviendo malentendidos o lugares comunes a fin de alumbrar lecturas disidentes del bagaje con el que el pensamiento latino en comunicación ha ido transitando los cambios históricos acontecidos a lo largo del último siglo. En definitiva, sin su liderazgo y concurso no hubiera tenido lugar el proceso de catálisis por el que hoy podemos repensar las matrices epistémicas de un pensamiento propio en la región.

El determinante papel académico y político de nuestro autor lo hace acreedor de todos los reconocimientos. Ahora bien, este homenaje de Ciespal no es un mero recuerdo o ejercicio ritual de celebración de la necesaria memoria histórica en su nombre, tan habitual, por otra parte, en la lógica académica. El término homenaje, que se remonta a la Edad Media, proveniente del provenzal homenatge, significaba en el latín tardío homenaticum, pues aquel que comprometía fidelidad a su señor, era denominado hombre. Adquiría, en suma, un reconocimiento o suerte de ciudadanía por el acto de veneración y respeto a su señor. En castellano, el significado de homenaje tiene tres acepciones. El sentido común designa el acto que se celebra en honor a alguien, pero también, respeto y veneración hacia una persona, al tiempo que, obligado cumplimiento de cualquier pacto como juramento solemne de fidelidad. Hablar de admiración y respeto, de la veneración compartida por todos respecto a la figura de Luis Ramiro Beltrán como académico y persona es por obvio un ejercicio en vano. Pero no tanto, quizás, el pacto o compromiso que ello significa, desde el punto de vista de la fidelidad a sus ideas, a su trayectoria intelectual, al legado que nos ha dejado. Y este sentido del homenaje es el que conviene recordar como reconocimiento, como memoria, como proyecto vivo de la Comunicología Latinoamericana.

Sí, como dejó escrito José Carlos Mariátegui: por lo general, quien no puede imaginar el futuro tampoco puede pensar el pasado; y, por lo mismo, quien no cultiva la memoria poco o nada puede proyectar en el horizonte histórico, las páginas de este modesto homenaje que Ciespal brinda a nuestro principal autor de referencia, tienen la voluntad de tejer nuevas utopías y proyectos históricos emancipatorios para el derecho a la comunicación en lugar del concepto equívoco del homenaje como acto ritual desprovisto de sustancia y contenido, como momento episódico y posmoderno siempre apolítico, más aún en un tiempo como el actual que si por algo se distingue es, justamente, por la preeminencia de una cultura pragmática y una percepción del presente perpetuo, marcada, incluso teóricamente, por el olvido de la historia y la negación de toda lectura crítica sobre las cenizas del pasado.

La complejidad y la velocidad de los cambios informativos en curso han penetrado tan profundamente en las estructuras y formas de sociabilidad que la naturalización, a nivel del discurso público, de las lógicas dominantes de mediación se ha revestido de tal consistencia y opacidad, que, bajo la apariencia de una falsa transparencia, parecen irreductibles a la crítica científica, mientras el proceso de estructuración y organización de la comunicación y la cultura pública inciden en las lógicas de dominación y desigualdad material y simbólica, características del modo de producción capitalista.

La naturalización de las formas desvertebradas y alienantes de la cultura contemporánea ha reafirmado así, como consecuencia, una concepción individualizada de la vida social que debe ser objeto de crítica para hacer visible las causas sociales de fenómenos desconcertantes de la ‘modernidad líquida’ que fragmentan y descomponen los marcos axiológicos y de convivencia. En este sentido, dos obstáculos fundamentales para la teoría crítica son, por un lado, el poder dominante de la metafísica burguesa, en especial la ilusión extensamente propagada de que el mercado capitalista y el régimen capitalista de producción son eternos e insuperables y, por otro, el imperio de una teoría y academia miopes incapaces de pensar más allá de los límites formales que determina el proceso o la lógica de acumulación.

Esta miopía intelectual sobre los dispositivos de control y subsunción social de los mundos de vida por el capital es la clave de la renuncia a una idea de sociedad crítica y comprometida con los espacios próximos de reproducción cultural y con la articulación dialógica de las complejas relaciones a distancia que median los sistemas desterritorializados del poder basado en flujos de información, que hoy también colonizan el pensamiento y la producción teórica, condicionando una nueva concepción del intelectual y de los trabajadores de la cultura.

Por ello, el homenaje dedicado a Luis Ramiro no puede ser de otro modo que aprendiendo de su virtud y de su legado; una reivindicación del deber de fidelidad a la virtud insobornable de pensar desde el compromiso y una política de lo procomún que ha venido mostrando, ejemplarmente, a lo largo de su trayectoria, al promover en América Latina esperanzas de futuro desde la conciencia despierta de lo que hoy se reformula como sumak kawsay.

No es cuestión glosar aquí la fructífera y rica trayectoria intelectual de Luis Ramiro. Tratar de resumir sus contribuciones al campo latinoamericano de estudios en comunicación y a la propia Ciespal sería demasiado profuso y materialmente imposible en unas pocas líneas. Maestro de comunicadores, inspirador y líder de una generación de estudiosos que hizo real el paradigma de la Teoría de la Dependencia en Comunicación para la insubordinación de los conocimientos locales, pretender, como decimos, resumir en unas pocas páginas toda una vida dedicada a la labor de ingeniero incansable de utopías nos llevaría a la paradoja de Funes el memorioso de Borges y, además, no es la razón de ser de este texto, pues tal empeño es tarea de biógrafos y estudiosos de la Genealogía de la Comunicación Latinoamericana.

Únicamente nos permitimos la licencia de señalar, por justicia, y lo evidente del hecho histórico que motiva tal conmemoración, que Ciespal le debe a Luis Ramiro Beltrán lo que hoy es como institución: un espacio de encuentro y articulación de la Comunicología Latinoamericana pensada, en su proyección, desde el sentido y sentimiento del Sur. El norte o guía de la caja de herramientas que hizo posible la Escuela Latinoamericana de Comunicación como un proyecto utópico de Comunicología del Sur está en deuda con el maestro. Y esta certera asunción o compromiso nos ha acompañado siempre desde que conocemos a Luis Ramiro Beltrán y compartimos amistad, primero en Sevilla, donde le hiciéramos un merecido y modesto reconocimiento la comunidad académica iberoamericana, posteriormente, en La Habana, Madrid y, hoy, en La Paz. Por ello, tal reconocimiento es, en cierto modo, una defensa del corpus conceptual y la práctica teórica surgida en los setenta como ruptura y desconstrucción frente a las corrientes dominantes en las antiguas y nuevas metrópolis occidentales; es decir, frente a las teorías foráneas del funcionalismo norteamericano y la teoría crítica marxista de la Escuela de Frankfurt, cuando en América Latina se comenzó a enunciar nuevas agendas propias adaptadas al contexto de movimientos y luchas políticas y sociales de la región, construidas desde la dialéctica de la hibridación y el mestizaje que reconoce la praxis, la diversidad y la participación como medulares en la comunicación, entendida esta como proceso de mediación social.

Como sabemos, es en suma, desde el reconocimiento de las particularidades históricas y culturales de América Latina, donde se comienza a tejer la propuesta de comprensión de la comunicación desde la perspectiva social y cultural. Las prácticas locales y creativas y los testimonios de resistencia suscitados a través de los procesos de comunicación participativa dan consistencia al pensamiento comunicacional latinoamericano. Es en este marco, que la Academia regional hace visible la construcción de pensamiento desde la praxis como posibilidad de reflexión a partir de la práctica/acción, de acuerdo con Ramiro Beltrán, y la investigación-acción Participativa como metodología colectiva de producción de conocimiento, donde la cooperación de los actores, siguiendo las exploraciones de Orlando Fals Borda en Colombia, en torno a la experiencia de lo popular y lo cotidiano, constituye el alfa y el omega de toda práctica teórica. De tal manera que el conocimiento científico es interpelado por la emergencia de otros saberes desde las culturas populares, afroascendientes e indígenas, en función de la construcción socioanalítica de conocimiento colectivo como lógica de apropiación de los saberes locales comunes, resituando la Comunicología en el terreno de las formas ancestrales y antagonistas de lo procomún, de la tierra y las cosmogonías invisibilizadas por la racionalidad cartesiana como opción epistémica y política frente a la condición de colonialidad en la que ha vivido históricamente América Latina. De aquel tiempo a esta parte, la larga noche neoliberal ha tratado de mudar tal espíritu reivindicativo. Pero como dice el adagio popular: “No hay mal que dure cien años...”, y “...tras la tormenta llega la calma”, pues, “...toda noche tiene su Alba...”. Así hoy, países como Bolivia y Ecuador han experimentado cambios significativos en la estructura del Estado y la cosmovisión de las políticas públicas con el reconocimiento de base del pensamiento de los pueblos originarios. Esta es apenas, como señala Boaventura de Sousa Santos, un punto de partida, “una victoria del movimiento social, del movimiento indígena y del movimiento popular” (De Sousa Santos, 2009: 61). Sin embargo, más allá del plano normativo, es el inicio de un proyecto de transformación y justicia cognitiva que debe llevarnos a pensar el estatuto de las ciencias sociales y de la comunicología en particular.

Si bien la hibridación social fue casi siempre negada en el plano conceptual de la práctica teórica como una desviación de la norma, hoy por hoy, en la era del capitalismo cognitivo, la ruptura con el eurocentrismo y el imaginario científico occidental es como se evidencia la condición para el desarrollo autónomo del campo científico regional. Ello exige, a diferencia de otras épocas, reformular las bases epistémicas de la comunicología en virtud de un proyecto histórico transmoderno, transoccidental, dialógico y articulado en, por, desde y para el Sur, atendiendo la singularidad creativa de sus culturas originarias. Ahora bien, para construir una epistemología del Sur para la comunicología latinoamericana, como rearticulación de la teoría crítica de la mediación social, basada en la cultura académica emancipadora y antagonista de la Escuela Latinoamericana de Comunicación (Elacom) no partimos de cero. De Freire a Escobar, de Martín Barbero y García Canclini a Dussel y Quijano, y los estudios poscoloniales, pasando por Boaventura de Sousa Santos, la apuesta por la decolonialidad del saber-poder informativo nos plantea el reto de reformular las bases del discurso científico comunicacional a partir de una crítica del poder mediador del pensamiento hegemónico angloamericano desde las matrices culturales del paradigma amerindio por el que Luis Ramiro se introdujo durante su período de residencia en Quito (1984-1991) de la mano de Wilson Hallo y que recientemente se materializó en el Proyecto Ameribcom (Beltrán, L. R.; Herrera, K.; Pinto, E. & Torrico, E., 2008).

La apuesta por formas diferentes de ver el mundo, de interpretar e intervenir en él constituyen una tradición epistémica propia del pensamiento latinoamericano desde su génesis, construyendo nuevas bases y estilos de conocer y representar el universo a partir de formas comunitarias inspiradas en la filosofía de la liberación y la cultura de la resistencia que hoy, a fuerza, deberían ser enriquecidas además por la emergencia reciente de los movimientos indígenas en una nueva lógica de compromiso intelectual(1).

El redescubrimiento de lo propio como empoderamiento del pensamiento y la realidad latinoamericana se traduce en la comunicología latinoamericana, en una reivindicación de la diferencia. Además también en un cuestionamiento y antagonismo de la norma y el pensamiento dominante de la modernización occidental y la ciencia neopositivista hegemónica en el Norte. En su origen, por ejemplo, la Escuela Crítica Latinoamericana demuestra con su emergencia y potencia crítica deconstructiva que “un pensamiento de fronteras, márgenes (que es donde mejor se ve la gramática del poder); está en las rutas, plazas, pueblos, marchas con las poblaciones y también en los foros, las cumbres, las jornadas de discusión, en las asambleas constituyentes en todos estos vertiginosos años” (De Sousa Santos, 2009: 5) que cuestionaron la hegemonía angloamericana. Así, por ejemplo, con el movimiento Nomic y, posteriormente, la defensa del Informe McBride, América Latina, con Luis Ramiro Beltrán a la cabeza, lideraría el debate sobre el acceso a la información y la democratización de la comunicación como componente fundamental de los Derechos Humanos, lo que marcaría un punto de inflexión en las agendas de investigación. Esta tradición que legitima un saber-hacer diferenciado constituye, como reconoce el propio autor, el principal elemento original de la comunicología latinoamericana. La filosofía de la praxis es la razón que habría de animar al maestro a convertirse en el eje de articulación del frente del Nomic, como impulsor de la Conferencia de San José de Costa Rica, y, más allá, en abogado defensor del concepto sistemático e integral de Políticas Nacionales de Comunicación. Como es de conocimiento público, aquel encuentro pudo haber acontecido en Buenos Aires, Lima o Quito. Pero entonces, como hoy, los voceros de la SIP y de AIR orquestaron una campaña de presión contra los gobiernos nacionales y la propia Unesco. Al igual que, actualmente, el capital acosa y trata de deslegitimar los procesos de democratización de Bolivia, Venezuela, Ecuador o Argentina. Por ello, es preciso recordar de dónde venimos -la lección es del todo evidente- y qué legado nos deja el artífice de la Comunicología de la Liberación.

Actualizar sus propuestas, su ejemplo de disciplina y compromiso, la metódica voluntad de insubordinación al neocolonialismo de propuestas como la ALCA que amenazan el sentido y progreso del Buen Vivir da toda la razón de ser a este reconocimiento público, quizás, es de lamentar, muy tardío por parte de Ciespal, pero aun así ello nos permite repensar y seguir luchando por el código, por la información y el conocimiento libres, por una obra y un pensamiento que hacemos nuestro en la asunción del deber de formar y transformar la realidad a partir en la actualidad de nuevas bases, pues, de acuerdo con el profesor Erick Torrico, es preciso renovar el legado de Luis Ramiro Beltrán a partir del programa de investigación sobre modernidad/colonialidad que Escobar, Quijano, Castro-Gómez, o Dussel vienen proponiendo para deconstruir las matrices eurocéntricas y definir un nuevo horizonte epistémico con el que pensar las ciencias sociales desde la autonomía, el pensamiento propio y la lucha por la emancipación social. Se trata, en fin, no de otra cosa que hacer efectivo el principio de homenaje como fidelidad al pensamiento antiestratégico de Luis Ramiro Beltrán que, hoy por hoy, iniciativas como el Foro Nuestra América identifica como reivindicación de la memoria al defender la soberanía tecnológica, la autonomía informativa, la defensa de los medios y prácticas comunicativas propias, así como las plataformas libres y las políticas públicas adecuadas a las realidades nacionales de Latinoamérica.

En esta voluntad transformadora radica la universalidad de la obra de Luis Ramiro Beltrán, la primera voz propia de América Latina que revolucionó el estatuto de la comunicología hegemónica para, en el fondo, dar voz a los sin voz, y repensar el sentido y la praxis de la comunicación para el cambio social en el paso de la lógica del escamoteo funcionalista a la estrategia del disimulo que alumbrara lo que el profesor Marques de Melo ha venido sistematizando como Escuela Crítica Latinoamericana de la Comunicación. En esta transición de la filosofía de la praxis comunicacional, “Beltrán es uno de los primeros comunicólogos en pensar América Latina como unidad con ciertas peculiaridades históricas e identitarias, razón por la cual se considera uno de los fundadores -junto a Pasquali, Verón, Díaz Bordenave o Marques de Melo- de la Escuela Crítica Latinoamericana de la Comunicación” (Barranquero en Beltrán, 2014: 30), cuya principal contribución fue imaginar, siempre, la mediación desde abajo, desde las comunidades y actores sociales, dando así rienda suelta a su inclinación artística, jugando a los palimpsestos con la Ciencia de la Comunicación. Tal virtud está, en el fondo, en su ADN cultural. La polivalencia y perfil polifacético hacen de él un artista de la comunicación, en tanto que atento observador de las culturas populares, de las formas de vida y resistencia de los movimientos sociales en la región. Si tuviéramos que definir a un académico tan inclasificable como Luis Ramiro, sería justamente como un investigador que piensa la comunicología como arte y técnica, como pensamiento nómada, como un reto de asunción, en el fondo, del ethos barroco. Y esta definición no es un rasgo menor o marginal. Antes bien, define, en esencia, la práctica teórica de nuestro autor.

El barroco es la forma de mediación de la lógica de la equivalencia y la racionalidad instrumental y la vida cotidiana, esto es, la afirmación de la forma natural y aliento a la resistencia que el trabajo y el disfrute de los valores de uso ofrecen al dominio del proceso de valorización. “El ethos barroco no borra, como lo hace el realista, la contradicción propia del mundo de la vida en la modernidad capitalista y tampoco la niega, como lo hace el romántico; la reconoce como inevitable, a la manera del clásico, pero, a diferencia de este, se resiste a aceptarla, pretende convertir en bueno el lado malo por el que, según Hegel, avanza la historia” (Bolívar Echeverría, citado por Dussel, 2012). Es esta mirada atenta a la inmanencia de la vida, la potencia del deseo, la realidad bizarra, extravagante y ornamental, la que ilumina el hilo rojo de la comunicación regional que Luis Ramiro supo capturar con inteligencia. Y que tan relevante se nos antoja en la contemporaneidad para pensar el capitalismo cognitivo. Pues, como ilustra el filósofo Bolívar Echeverría, el ethos barroco es el fundamento cultural que puede garantizar en América Latina una lectura otra para la emancipación. Es el que permite una subjetivación política y la emergencia de un nuevo sujeto de conocimiento legitimando el saber-poder como disyunción, subsunción y excentricidad, necesarios hoy más que nunca en los espacios liminares de la llamada Economía Creativa. De ahí la apuesta, acorde con la naturaleza fugaz del capitalismo informacional, por un conocimiento local, efímero, transitorio, particular de la heterotopía que fraguó la cultura latinoamericana, y que hoy exige una mayor reflexividad compartida. En otras palabras, pensar las diásporas como comunidades, como espacios de fuga y resistencia, de construcción y reconstrucción de identidades, durante más de quinientos años de lucha, nos permite dibujar una nueva epistemología o pensamiento de frontera, neobarroco, del Sur, de los márgenes, fluido y complejo que genera nuevos procesos de producción de sentido común liberado a partir de las bases antes expuestas. Ahora bien, apostar por ello, de acuerdo con Boaventura de Sousa (2009), es dislocar la práctica de representación de la Teoría Global de la Comunicación, del centro angloamericano en favor de los márgenes amenazados, a partir de una fenomenología de la marginalidad basada en el uso creativo de las tradiciones culturales amerindias. Si el poscolonialismo anglosajón parte de una relación colonial fundada en la polarización extrema entre colonizador y colonizado, entre Próspero y Calibán, una polarización que es tanto una práctica de representación como la representación de una práctica; una lectura decolonial de la comunicología latinoamericana representa una subversión y crítica antagonista de lo mestizo, hibridado y creativo transfronterizo, una proyección modélica de lo transcultural americano que sienta las bases para una nueva epistemología del Sur constructivista, no funcional ni esencialista. El problema de este reto es cómo construir el pensamiento desde y a partir de los grupos y movimientos indígenas que luchan en el subcontinente por su liberación.

Luis Ramiro supo apreciar, en plena madurez y ya retirado de la academia, la brillante idea, a la vanguardia del conocimiento, de repensar la comunicación desde la cultura precolombina. En su epistemología cultural se observa una diferencia notable con Bolívar Echeverría. Luis Ramiro Beltrán supo ver en la Teoría de la Dependencia, a diferencia de cierto marxismo dominante en la región, un modo específico de comprensión de los problemas de la comunicación moderna a nivel regional. Como bien observa Dussel, la teoría latinoamericana no siempre apreció el aporte diferente de la teoría de la dependencia, con sus limitaciones, en la contribución de la academia a los procesos de transformación histórica y las luchas sociales de la región. Luis Ramiro sin embargo apostó por esta mirada estructural para convertir la comunicología en un campo de disputa de los imaginarios del cambio social. Es por ello que podemos afirmar que la filosofía de la cultura, el giro descolonizador y la actualidad y potencia del pensamiento latinoamericano, vista desde Quito, capital del barroco por excelencia, plantea con él otra mirada sobre el pensar comunicológico. Sabemos, a ciencia cierta, que es esta cultura de una conciencia insatisfecha la que hizo posible y necesaria su voluntad de deconstrucción del elitismo funcionalista, la colonialidad del saber-poder informativo y las anteojeras ideológicas de la academia acomodaticia del imperio. Es este ethos barroco, la lucha expresiva entre el alma y el cuerpo, la contradictora emergencia de la modernidad y la cultura de la miseria en Latinoamérica la que explica la potencia creativa de un pensamiento otro que -permítaseme el atrevimiento- explica la virtud y originalidad del pensamiento de Luis Ramiro Beltrán, su deambular bohemio entre la literatura y el periodismo, al tiempo que el rigor de la ciencia y la disciplina del método. Porque en el fondo sabe el maestro que la comunicación es Comunic@rte, creatividad, técnica y ciencia aplicada al mismo tiempo. Esa tensión entre literatura y pensamiento estratégico, entre rigor científico y creatividad cinética, entre pensamiento y acción, han marcado su vida y obra, entre la bohemia y la disciplina del conocimiento consistente, meticuloso y relevante.

El reto ahora es construir una comunicología contrahegemónica, incluyente, participativa, pensada para el Buen Vivir, reconstruyendo una vez más utopías de futuro para la región. Los textos y ejemplo del magisterio de Luis Ramiro Beltrán garantizan sin duda esta apuesta, en tanto que son puertas, ventanas, intervenciones para un pensar otro.
Hoy que las prácticas y fuentes de referencia están de nuevo colonizadas por el dominio del capitalismo cognitivo, su ejemplo como impulsor de Alaic, Ciespal, Felafacs y el pensamiento propio, autónomo y rebelde de América Latina, cobra así viva actualidad. Solo hay que desplegar la competencia freireana de la escucha activa. Pues, en palabras del maestro: “Hay, en nuestra parte del mundo, una base institucional de excepcional calidad e influencia. Pero, puesto que obviamente ninguna de estas organizaciones puede asumir el gran reto por sí sola, es indispensable y urgente que todos ellos conjuguen sus recursos humanos y materiales, mediante un Comité Permanente de Coordinación Internacional, encargado de diseñar y ejecutar un Programa Cooperativo Regional de Promoción de Políticas para Democratizar la Comunicación”.
El homenaje de Ciespal es compromiso de fidelidad a su obra y estas, sus palabras. La asunción, en fin, de la virtud debida a la conciencia despierta, porque no renunciamos a la utopía y porque, bien lo saben, la mayéutica socrática es eso: el cultivo de una vida ejemplar.

Quito, 8 de septiembre de 2014

Nota:
1. Para una revisión sobre las matrices originarias de la Escuela Latinoamericana de Comunicación y sus fundamentos teóricos desde una perspectiva crítica ver José Marques de Melo (1988): Communication Theory and Research in Latin America, Culture, Media & Society, vol. X, Nº 4, pp. 405-418, London: Sage; José Marques de Melo y Cristina Gobbi (org.) (2000). Gênese do Pensamento Comunicacional Latino-Americano: O Protagonismo das Instituições Pioneiras - Ciespal, ICINFORM, ININCO, Sao Bernardo do Campo: UMESP/UNESCO; Raúl Fuentes Navarro (2005). La emergencia de un campo académico. Continuidad utópica y estructuración científica de la investigación de la comunicación en México. Tesis doctoral, Departamento de Ciencias Sociales, México DF: Universidad de Guadalajara, UdG; Raúl Fuentes Navarro (1992). Un campo cargado de futuro. El estudio de la Comunicación en América Latina, México: CONEICC; José Marques de Melo (org) (1996). O pensamento latino-americano en Comunicaçao, Comunicaçao e Sociedade, 15, Sao Bernardo do Campo: UMESP; José Marques de Melo (1998). Teoría da Comunicaçao. Paradigmas Latino-Americanos, Petrópolis: Vozes; Gustavo León Duarte (2008): “ELACOM. Referente histórico y conquista de la hegemonía en el pensamiento latinoamericano de comunicación”, Revista Razón y Palabra, vol. 13, Nº 61, Marzo-Abril, ITEMS-CEM, Estado de México. José Marques de Melo (2009). Pensamiento Comunicacional Latinoamericano. Entre el saber y el poder, Sevilla: Comunicación Social Ediciones y Publicaciones; Gustavo León Duarte (2011). La Escuela Latinoamericana de Comunicación, Madrid: Editorial Académica Española; Luis Ramiro Beltrán (2000). Investigación sobre Comunicación en Latinoamérica. Inicio, trascendencia y proyección, La Paz: Plural Ediciones.

Referencias
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