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El Telégrafo
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Entrevista

Diego Fonseca, cómo narrar la economía con el periodismo

Foto: Santiago Aguirre
Foto: Santiago Aguirre
04 de mayo de 2015 - 00:00 - Luis Fernando Fonseca, Periodista

Esta entrevista se propone conocer al Diego Fonseca que fue editor general de la América Economía, quien tiene un maestría en IE Business School y trata de aniquilar a los ‘angelitos culones’ de las fuentes rebosantes de información, esos artificios del lenguaje que impiden una inmersión en lo que se quiere contar luego de haberlo investigado a profundidad.

 

Sus talleres de periodismo narrativo, que llevan nombres como El principio del fin o Kill your darlings —por mencionar los que dio en el Ecuador—, son formas de encausar al ego para destruir efigies.

 

En una de las oficinas de Impacto Quito, mientras un taladro derriba paredes en casas contiguas, Diego recuerda una conversación lejana. Hace un tiempo, un amigo suyo le dijo:

—¿Sabes en qué ahorra un migrante pobre?, en bienes tangibles, no ahorra plata, ahorra en tangibles —insistió.

—Por ejemplo —el cronista solicitó una imagen.

—En bolsas de cemento.

 

¿De qué forma ahorran esos migrantes latinoamericanos?

 

Una de las mayores cementeras del mundo, la mexicana Cemex, implementó un proyecto en ese país para facilitar a los migrantes el ahorro de dinero gastándolo en bolsas de cemento, porque, cuando partieron, sus familias seguían creciendo y tenían casitas muy pequeñas en las que convivían 5, 6 personas. Por ende, había que agrandarlas. Entonces, en lugar de enviar el dinero, gastando con el sistema de transmisión financiera, perdiendo en porcentajes y demás, los migrantes van a una filial de la empresa en Estados Unidos y pagan por la bolsa que la cementera llevará a su familia en su pueblo.

 

El gran valor de ese tipo de inversiones de largo plazo es que no tienes apreciación en la bolsa de cemento. En cierto punto se puede depreciar, te puede costar menos o más, pero tendrás la bolsa de cemento cuando necesites construir tu casa.

 

Si hubieran invertido en dólares o en euros o en cualquier otra moneda estarían jugando demasiado con las fluctuaciones del tipo de cambio en momentos de crisis, mientras que el cemento lo utilizarán para construir una pared con o sin crisis.

 

¿Por qué los periódicos siguen titulando con cifras?

 

Las cifras son necesarias porque permiten mensurar y darle dimensión y magnitud a ciertas cosas. No rechazo el uso de las cifras, lo que creo, como periodista, viniendo de la economía y las finanzas, es que uno tiene que ser cuidadoso con ellas. El taller que doy, de periodismo narrativo para economía y finanzas, se llama El Dinero no cuenta. En realidad, el dinero sí cuenta, pero no las historias que están detrás de cada proceso.

 

Como decía un sabio artista: “El trabajo no es crear la estatua sino quitarle el mármol que sobra porque la historia está allí”. El trabajo de la cifra es presentar cierto tipo de magnitud, pero no cuenta toda la historia. Hay modos de narrar en los que la cifra es solo parte de —si se quiere— una descripción dinámica o la exposición de un fenómeno, pero no el centro de la discusión. Se puede partir de la cifra, pero esta es, al final, la expresión de un proceso, no su origen. Lo que uno debe contar es el proceso: cómo fue que se logró llegar a este resultado.

 

¿De qué manera se logra hacer visible la historia de una persona que es anónima, y que, seguramente, seguirá siéndolo después de publicar su crónica o perfil?

 

Es una cuestión de detalle. Cada historia es rica por sí misma y uno tiene que encontrar la mejor manera de narrar su singularidad. Cuando seleccionaba las historias de Hacer la América (el último libro de no ficción que editó, y al cual le puso el subtítulo Historias de un continente en construcción), las tomé como expresiones del desarrollo económico, pero no se puede ser totalizador, porque no todas las historias son iguales. Por ende, lo que tratamos fue singularizar cada proceso.

 

En el periodismo narrativo haces eso: tomas una historia como expresión de un fenómeno, tal vez, mucho más extenso. Si uno consigue hacer que esa historia particular, única, exprese universalidades, ha tenido la capacidad de reproducir otros fenómenos, aun cuando no hablen específicamente de ellos. En el mundo de los multilaterales y de los organismos de desarrollo se habla de lecciones aprendidas y de replicabilidad de fenómenos. En periodismo narrativo, la replicabilidad de un fenómeno es, en realidad, la capacidad de una historia de expresarse de forma universal.

 

¿Qué papel debe jugar el periodismo frente a la economía?

 

La idea de aplicar el periodismo narrativo a la economía tiene que ver con evitar el secuestro de esta, una ciencia social, para convertirla en una ciencia de laboratorio, ejecutada por personas que creen que debe ser una discusión de élite. Como ciencia, la economía necesita elaborar sus constructos sobre la base de abstracciones. El periodismo debe tratar de volver a la base empírica para expresar ese constructo abstracto de manera que sea comprensible. Me parece que el punto central es tratar de romper esa imagen de la economía, autócrata, para devolverle el sentido histórico, cultural, social, sacarla de ese laboratorio y devolverla a lo que es: un ejercicio de fe y sentido común.

 

Cuando miro la experiencia de Tepito —uno de los mayores mercados informales de México— o de Otavalo, veo ejercicios de mercados a futuro, de swaps financieros (un contrato por el cual dos partes se comprometen a intercambiar una serie de cantidades de dinero en fechas futuras); cuando veo la historia de esas personas, y abstraigo, veo economías de escala, diversificación de negocios, reelaboración de marcas y de diseños, veo un modo de entender el capitalismo que no es el mismo que se ve desde el púlpito de una cátedra o desde un ministerio...

 

Al final del día, lo que trato de hacer es devolverle a la economía su sentido social y cultural de manera que sea inteligible para las personas. Que un economista hable de los riesgos de un proceso inflacionario está bien para los economistas, pero un periodista no puede reproducir un discurso técnico. El valor de un periodista es hacerle entender a las personas lo que en otras ocasiones es un discurso de poder.

«Hay ciertos valores que inciden para que los políticos sean efectivos en su gestión, pero necesitan lograr comunicar de manera empática con la gente aquello que quieren transmitir. Un periodista debe hacer exactamente lo mismo y con más razón porque su trabajo es ser la mosca, el jején, el mosquito en la oreja del poder económico»                                   —Diego Fonseca.

El presidente Rafael Correa se acerca a la gente explicando cosas de economía porque es un presidente economista, ¿por qué cree que eso se ha vuelto más característico en él que en un medio de comunicación?

 

Creo que la inteligencia de un político está en comunicarse con la gente, y si Correa, como muchos líderes en América Latina que forman parte o no del populismo, tiene la capacidad de generar empatía porque logra conectar a un nivel primario de comunicación (esto es explicar a las personas lo que de otro modo no entenderían), los periodistas también deberían hacerlo. Un periodista publica las cosas para que sean comprensibles, no debe pretender ser un economista porque sería contradictorio, estaría cerrando el eje de su profesión, constriñéndolo: en lugar de hacer más democrático el acceso a la información, lo haría cada vez más elitista.

 

Si Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Umberto Eco o Fernando Savater escriben cada vez de manera más comprensible para que les pueda entender, por ejemplo, el señor de aquí a la vuelta, el periodista no tiene que hacer lo contrario. Si hombres que son Nobel de Economía, o expertos en esa materia, como Nouriel Roubini, han logrado desarrollar el poder de comunicar de una manera cada vez más pop, accesible y ágil, por qué los periodistas van a hacer lo contrario. El gran mérito de (Thomas) Piketty con El Capital en el siglo XXI no es detectar la posibilidad de una nueva tesis que explicar, sino contarla de un modo que sea comprensible para mayorías.

 

Tomó tal dimensión el ensayo de Piketty que parece que está haciendo su propia narrativa del fenómeno. ¿Eso llevaría a muchos lectores a darle una autoría, un crédito que quizá no tiene?

 

Todos buscamos, en determinado momento, certidumbre, y la crisis del modelo neoliberal nos dejó en el aire porque no había otro modelo para reemplazarlo. La experiencia comunista fue un fracaso, y los primeros intentos fueron ciertas recuperaciones del neokeynesianismo, en alguna medida. Piketty hizo una relectura del proceso económico, encontró una variable que le permitía explicar ciertos cambios, bien o mal, erróneamente o de manera correcta. A partir de ello se dedicó a elaborar una teoría que fuera explícitamente comprensible para los demás.

 

Necesitamos certidumbres y nos vamos a aferrar a ellas. Si te digo que la economía es básicamente un ejercicio de fe, en algunos puntos se parece a las religiones: confiamos en algo que no siempre vemos porque es imposible ver técnicamente. La palabra inflación expresada más allá de cómo veo la manera en que suman los precios es un ejercicio de confianza en ciertas variables, en ocasiones, demasiado abstractas.

 

Necesitamos que haya ordenamiento en nuestras vidas. Si lo que ha ordenado las macroeconomías ha fracasado, y en su momento fue el neoliberalismo, necesitamos otro —si se quiere— dogma o paradigma con el cual reconstruir una nación, una empresa o nuestra propia economía.

 

Entonces, ¿en el periodismo y en la administración pública, es casi una obligación ser didáctico?

 

Un gobierno, un funcionario y, fuera del poder, un periodista que quiera cumplir con su trabajo (en el caso del gobierno es representar a las personas y trabajar para ellas, en el caso de un periodista es democratizar la información), tiene que ser didáctico para que la gente entienda, de lo contrario, lo único que hace es elitizar la información, quitarle empoderamiento a las personas para empoderarse él.

 

La semana pasada circuló un rumor sobre un feriado bancario, luego varios organismos lo desmintieron y la conmoción cedió, quizá más con eso y algunas evidencias que con un entendimiento del fenómeno por parte de la ciudadanía, ¿cómo se traduce eso, y la ausencia de contenidos mediáticos que hayan explicado el tema?

 

Insisto en que la economía es un ejercicio de creencias y de confianza. Si la gente cree que hay un corralito —como llamaron los argentinos a la crisis o crash bancario de 2001— dispuesto por el gobierno y se atemoriza, es porque ha perdido confianza en que este resuelva las cosas de otro modo; y si un banco determinado hace una declaración que tranquiliza a la población, evidentemente, hay más confianza en un actor económico que en otro.

 

La gente opera por costumbres, si escucha que puede haber un ‘corralito’ es probable que, desde los más ricos hasta los más pobres, tome medidas al respecto, porque nadie quiere que le confisquen su dinero, ni los pobres ni lo ricos, entonces, quienes puedan volver a lo que llaman el flight for quality, es decir a buscar estados mucho más estables, sacarán el dinero. Aquellos que no tengan la posibilidad de enviar su dinero al extranjero gastarán porque es mejor tener un capital en tus manos, tangible, que el dinero que alguien te puede sacar de tu cuenta.

 

Alguna vez escribió sobre la expectativa que rodea a las bitcoins o dinero electrónico, ¿cree que la desinformación entorno a esos usos ayude a inflar la burbuja que los sostiene?, ¿cómo evitar eso?

 

Se evita con conocimiento y con información, es el único modo en que puedes desinflar una burbuja, que la gente pueda tener más elementos para tomar decisiones. Explicar el fenómeno de las bitcoins es extremadamente complejo para quien, día a día, apenas puede entender los principios básicos de la economía explicados por un técnico, pero, en alguna medida, utilizar bitcoins es como operar con monedas virtuales, nunca ves la operación de la tarjeta de crédito, sin embargo en algún momento tienes que pagar con cash, con efectivo. Si tú inviertes en bitcoins y ganas, probablemente, eso se convertiría, en algún momento, en cash, pero también puedes perder, y ese cash que invertiste se va.

 

Al final del día se tiene que traducir en una magnitud de valor contante y sonante para el sistema económico. Entonces, tú puedes operar en bitcoins dentro de ese sistema a escala global, transando con aquellos que acepten ese tipo de dinero, pero si, hipotéticamente, has acumulado 12 mil bitcoins y quieres traducirlas a valor neto, a valor real, para aprovecharlas, por ejemplo, en la remodelación de tu casa, las tienes que convertir a dólares. ¿Quién te garantiza la recuperación de ese dinero en dólares, quién lo cambia, cómo lo cambias, de qué manera vas a tener ese tipo de cambio, convertible o no, etc.?iExplicar bitcoins es complejo, pero creo que el único modo es dándole a la gente información al respecto. Y tiene que ser didáctico.

 

                           ***

 

El día en que Diego Fonseca entrevistó al economista Joseph Eugene Stiglitz, un detalle lo llevó a encontrar el hilo conductor del perfil que le haría para Etiqueta Negra: El reloj de pulsera que usa el Premio Nobel de Economía 2001 marca el tiempo de forma anómala: tiene una hora de retraso.

 

El hecho, deliberado, llevó al periodista argentino a escribir: “Esperar por Joseph Stiglitz es un ejercicio de fe. Su vida es una vasta colección de momentos que suceden a destiempo”. Y la esperanza y la espera parecen ser, junto al azar y la impaciencia, condiciones de la economía al igual que en las historias de largo aliento, aquellas donde los hechos reales ofrecen, necesariamente, una hospitalidad comparable a la de la ficción, a la de la mentira.

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