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El Telégrafo

Intervencionismo mundial, obsesión por el dominio: Afganistán y algo más

20 de mayo de 2017 - 00:00

En su afán por más aprobación del Senado, el presidente norteamericano continúa en su búsqueda obsesiva por instaurar el dominio total; Siria, Norcorea y el continuado pretexto de la presencia Talibán en Afganistán que implica una guerra de más de 15 años lo hace reconsiderar medidas conspiratorias para la colonización geopolítica.

Además de sus comportamientos contradictorios, ha manifestado también la desidia hacia la cuestión climática, lo cual preocupa y altera a muchos, pero acaso se ha pensado sobre qué medidas optar frente a las amenazas guerreristas que está desplegando el imperialismo en su agenda bélica y el impacto que esta generaría. Por otra parte, ya se ha observado también la tendencia de la capacidad de manipulación imperialista en las constantes provocaciones a Corea del norte y las amenazas de sanciones económicas a China para que esta disuada sobre los proyectos nucleares de Kim; así como el comportamiento impulsivo al lanzar la MOAB sobre territorio afgano, con estos actos deja en claro la megalomanía por procurar enseñorearse sobre el escenario geopolítico.  

Ahora, el despliegue de tropas, armas y arsenal americano sobre  Afganistán, tendrá como respuesta el levantamiento armado, obviamente inducida por las constantes agitaciones colonizadoras e intervencionistas, de esto se desprende como dilema la idea de si el intervencionismo militar extranjero, o bien genera independencia o sirve como instrumento para  reforzar la agresividad terrorista.

Basta con la suposición de tenencia de armas altamente destructivas, sean químicas, nucleares o biológicas; así como la presencia de gobiernos imaginariamente represores o antidemocráticos; pero sobre todo es suficiente con la presencia de recursos naturales que puedan beneficiar la economía, la tecnología o industria imperial como excusas para arrancar con los arreglos diplomáticos y el marketing de guerra correspondiente para la invasión.

Habría que recordarse los pretextos usados durante el gobierno de Bush para el intervencionismo a Medio Oriente; el shock y el caos hicieron fijar la atención sobre los supuestos responsables de terrorismo, pero cómo olvidar la esencia de su verdadero interés, basta rememorar el tratado para construcción del gasoducto transafgano, lo cual afectó positivamente al sector energético de dicha región, pero con grandes cuotas económicas percibidas por EE.UU. Obviamente, Afganistán continúa siendo un área ubicada de manera que hace posible el espionaje sobre potencias como China y Rusia, así como control sobre India, Pakistán, y de los carteles de la heroína.

En síntesis, este es claramente el inicio de una nueva era guerrerista e intervencionista, pero sobre todo imperialista, cuya naturaleza ha sido siempre expresada mediante diferentes estrategias, ya sean a través de programas de financiamiento social como Usaid, obras asistenciales humanitarias; o promoviendo la instauración de modelos teóricos económicos, políticos, educativos y académicos al imaginario de las poblaciones o también mediante estrategias de control social, como el espionaje, el seguimiento, la tortura y el bombardeo; todo esto con el mismo fin e intención: la expropiación legal mimetizada de ‘independencia y libertad’. (O)

César Aizaga Castro

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