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El Telégrafo

‘Debates’ preelectorales

10 de febrero de 2017 - 00:00

Uno de los momentos estelares de los medios de comunicación independientes (sic) lo constituyen los debates entre candidatos a la Presidencia o cualquier otra forma de gobierno democrático. Una vez cada cuatro o seis años, depende, sus micrófonos y cámaras de televisión se abren para que cada candidato exponga sus propuestas. Cada uno dispone de un tiempo estrictamente limitado, en varias rondas, para decir lo que quiera sin interrupciones.

Terminado ese tiempo, se acabó la demostración democrática. Después, los mismos medios vuelven a exaltar u ocultar, a elogiar o calumniar, a adornar o desfigurar, a encumbrar o destruir a su antojo a quienes han sido sus invitados a esta fiesta de la libertad de expresión. Esta es la deontología (parte de la ética que rige una profesión) de estos medios.

El gran ejemplo: el país democrático por antonomasia, Estados Unidos, y así disfrutamos de los intachables debates entre la señora Clinton y el señor Trump, de tan elevada compostura democrática, en los que, claro, ganó el mejor. Ya sabemos quién.

Siguiendo ese patrón, los ocho candidatos que compiten por la Presidencia de Ecuador nos ilustraron sobre los asuntos más urgentes del país y sobre sus respectivas ofertas. Ninguno de esos medios proclamó un ganador: significa que ganó el candidato que menos les gusta.

Lenín Moreno ciertamente no es el político zorro y astuto que respalda con cifras astronómicas las promesas sobre economía, los millones de empleos, los ríos de dólares que van a repartir entre los electores más pobres: los números cualquiera puede inflarlos a su gusto en un discurso electoral.

Él prefirió el enfoque social al técnico y al económico. De alguna manera, corresponde al planteamiento central de la Revolución Ciudadana, de poner al ser humano por encima del dinero, del capital. Lo humano guiando a lo económico.

Para hacer una explicación sencilla, eligió el tema ‘Toda una vida’. Divide el período vital del ser humano en sus etapas fundamentales: niñez, juventud, madurez, tercera edad. Y organiza sus proyectos alrededor de la necesidad esencial de cada etapa como núcleo de las demás. Salud y alimentación para la madre y el bebé; estudio y educación para el joven; trabajo para el hombre y la mujer maduros con empleo no precario (no sometido a la flexibilidad laboral del neoliberalismo, seguro soporte del empleo ofrecido por los demás candidatos, adictos a esa corriente); por último, ayuda económica con aumento del bono y protección social para la tercera edad. Como eje común que atraviesa las cuatro etapas, casa, vivienda. Todo su programa se apoya en la construcción que, como se sabe, es una actividad que dinamiza la economía al poner en acción muchas otras actividades productivas.

Sencillo, humano, comprensible. Es esta sencillez tal vez hasta ingenua lo que hace de él un político más cercano a las angustias de la gente, en especial de las áreas más desfavorecidas. Y lo que hizo de él el ganador del ‘debate’ del domingo.

Mi voto por él. (O)

Alfonso Monsalve Ramírez
[email protected]

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