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Carta abierta a Javier González Fraga, presidente del Banco Nación, Argentina

31 de marzo de 2017 - 00:00

Nada estimado Javier González:

Leí esta mañana con el mismo desdén con que la vomitaste tu frase “Ofrecían 500 pesos, vino y choripanes para ir a la marcha del viernes” (Día de la Memoria, Verdad y Justicia). No tenés una prueba, no tenés un testimonio que puedas brindar. Nada. Todo es “dicen que”, “me cuentan que”, y todo referido a un par entre miles, desde tu rol de patrón de estancia. Si un comunicador quisiera redactar una noticia con esa información en un medio serio, el jefe le diría que no hay suficientes datos.

La frase no es más que la típica demonización hacia el pobre de las señoras de edad avanzada y capacidades menguadas que escuchábamos de niños, solo que ahora permeó hacia otros sectores. No es más que la representación de tus miedos, del típico reemplazo de la verdad por el mero ejercicio de la palabra y esa imposición de moral berreta que lleva a cabo tu prosapia.

Según tu imaginario, que ya conocemos, el pobre no solo es pobre y nada más, sino que como tal, molesta. Porque no se es pobre así nomás, sino como fruto de una construcción. Porque en el ejercicio de su pobreza, que no es más que una decisión, ha fallado el tiro. Y como prefirió que en su vida haya lugar para disfrutar de su familia, de algunos amigos, de un asado y todas esas cosas que te aterran, en vez de trabajar duramente toda su vida, aceptar la condena bíblica aunque no tenga la menor idea de qué es la Biblia o haya decidido no seguir sus preceptos, ha fallado y precisa todas esas cosas por las que no lucha. Porque es pobre y, como tal, no tiene muchas luces.

Entonces, además de pobre, es ventajero. Su placer se basa en vivir, ya no de la moneda que se le cae al poderoso, sino de hacer que al poderoso se le caiga una moneda. Es una especie de liquen que vive a costa del resto de la sociedad que sí aceptó la maldición bíblica y trabaja duramente para nunca ser sujeto de nada más que de la errática voluntad divina. Si es que esta se suscita.

A ver si entendés que el trabajo duro, el esfuerzo cotidiano, el sacrificio, la búsqueda del progreso, todos esos mandatos burgueses son como La danza de la lluvia, aquel ritual de pueblos originarios que es infalible, a menos que se cometa el más mínimo error.

Entonces para vos, el pobre, que falló en esto de no hacer nada y pretender comer de todas maneras, como además es inmoral, debe apelar a estas cosas, a vender sus ideas -si las tiene- para ir a un acto político. No se verifica que las venda para hinchar por cierto equipo de fútbol o para recomendar el uso de cierto detergente.

Pero no hubiera ido al acto de otra manera, no tiene ideales. Vos sí. Todos los tuyos, también. Es más: hasta piensa como vos, pero tiene que vender sus ideas porque apostó al no esfuerzo, y entonces tiene que comer de alguna manera hasta que tu coalición de gobierno logre dar en la tecla y se generen empleos para que el pobre reciba la limosna, ya no institucional, sino en forma de sueldo desde una empresa privada que se pregunta por qué debe correr con los costos de una crisis generada por un Estado que no se hace cargo.

Millones de individuos movilizados en las últimas semanas en todo el país lo han hecho, no porque se sientan mal, no porque se vean acorralados y cada vez con menos derecho, patoteados por tu runfla, desempleados, hambreados, desposeídos de medicamentos y tratamientos, sino por 500 pesos, vino y choripanes. (O)

Jorge Tesan

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