Grandilocuentes, altisonantes, casi unánimes, se manifestaron los verde esperanza; contrariando lo que se cree, sin improperios u otra blasfemia vaga para el momento, prometiendo gananciales míticos a los servidores públicos, aconteció aquella concentración en el populoso sector de Balerio Estacio en Guayaquil.
Múltiples automóviles de lujo eran admirados por los renuentes y algo avispados habitantes del sector, quienes a la voz de bienaventuranza de tan importante visita huyeron repentinamente, sin fallar la madre desesperada que buscaba alguna dádiva milagrosa para su muy enferma hija.
Cambiaron los simpatizantes exigidos su naturaleza, de sorpresiva a muy cuestionable, pues los mismos dirigentes que los persuadieron a llegar ahora se negaban a regresarlos; para algunos fue milagroso el escape; para otros, una tragicomedia anunciada. En fin, la hierba fresca es superficial. (O)
Miguel Ángel Andrade Ortiz